En Justicia e Interior

– Elisa Rodríguez García –

A día de hoy, la política europea y las instituciones que rigen el funcionamiento de la Unión Europea han perdido parte de su legitimidad a ojos de la ciudadanía comunitaria. Al menos, todo apunta a que, desde que en 2007 estallara la crisis económica que todavía hoy sigue azotando a las economías mundial y europea, la confianza que buena parte de los europeos habían depositado en la UE y sus órganos de gobierno se ha quebrantado sustancialmente. Así, el desapego y la indiferencia con respecto a las instituciones europeas y a las decisiones que en su seno se toman han sido dos evidentes y manifiestas consecuencias de la crisis actual. Esto, no obstante, resulta especialmente cierto para el caso de los jóvenes, quienes no han dudado en mostrar su descontento y preocupación con respecto a dicha situación.

Prueba del mencionado desapego es que tan sólo un 42,61% de los ciudadanos comunitarios acudió a las urnas en los últimos comicios europeos, celebrados en mayo de 2014. Esta cifra dejó mucho que desear. Más chocante todavía es el porcentaje de participación de los jóvenes de entre 18 y 24 años, que se situó en el 28%. Este sí parece ser un claro indicio del hastío y desinterés hacia la Unión Europea por parte de los más jóvenes, quienes, en su gran mayoría, optaron por quedarse en casa en lugar de acudir a las urnas. Asimismo, al tiempo que la crisis ha ido intensificándose, han surgido nuevos partidos políticos, en muchos casos con una clara vocación eurófoba o, cuanto menos, euroescéptica. No sorprende que muchos jóvenes europeos, presos del hastío y el desapego a los que nos referíamos anteriormente, militen bajo el estandarte de estas nuevas formaciones.

Lógicamente, el desapego que manifiestan los jóvenes tiene una razón de ser. La escasa representación de este colectivo en el Parlamento Europeo (de sus 766 miembros, tan sólo 57 son menores de 40 años), unida al sentimiento de exclusión en los debates políticos y en el proceso de toma de decisiones explican, en cierta medida, por qué muchos jóvenes decidieron no ir a votar. La escasez y la precariedad del empleo, que han hecho que los internships de poca calidad y no remunerados se conviertan en el pan de cada día, tampoco ayudan. Al contrario, alimentan aún más los sentimientos de los que hablábamos.

Sin embargo, el descontento de los jóvenes con respecto a la UE no significa que quieran prescindir de ella. ¡Nada más lejos de la realidad! Los jóvenes europeos son conscientes de las bondades, utilidades y ventajas que un ente supranacional como la UE ofrece a sus ciudadanos. Pero son exigentes, quieren una Unión Europea, pero no una cualquiera. Apuestan por maximizar los potenciales beneficios que se pueden derivar de la misma, sacar el máximo partido a todos sus organismos, adaptar sus estructuras y esquemas de funcionamiento a la nueva realidad. Abogan por la necesidad de introducir cambios en su funcionamiento, cambios que, por ejemplo, contribuyan a democratizar y dotar de mayor transparencia las instituciones europeas, respetando, eso sí, los valores y fundamentos en base a los cuales fue constituida la propia UE. Este colectivo entiende que la forma de concebir la política ha cambiado enormemente desde que, en la década de los años 50 del siglo pasado, viera la luz el germen de lo que hoy conocemos como Unión Europea. Las preocupaciones de los jóvenes no son, ni de lejos, las de nuestros padres y abuelos. Tampoco lo son nuestras necesidades, que responden a una realidad política, económica y social completamente distinta. De ahí que entiendan que los cambios son indispensables.

Conscientes de que el futuro de la UE está, en buena medida, en sus manos y en las de las generaciones venideras, los jóvenes advierten a los líderes europeos de la responsabilidad que tienen para con ellos. La Unión, insisten, debe tener en cuenta a los jóvenes, incluirlos y hacerlos partícipes en los procesos de toma de decisiones. Una de las propuestas para garantizar una mayor representación de los más jóvenes en el Parlamento Europeo es la introducción de cuotas en las listas electorales, una opción controvertida, aplaudida y contestada a partes iguales por los sectores político y social europeos. Asimismo, los jóvenes europeos se muestran especialmente preocupados por cuestiones tales como la transparencia en los procesos de toma de decisiones (quiénes intervienen en los mismos, en qué condiciones se alcanzan los acuerdos, etc.). Entienden que, por ejemplo, son necesarias normas que regulen estrictamente la naturaleza de los contactos entre legisladores y lobbies. Estas reglas deberían, entre otras cosas, permitir poner a disposición de la ciudadanía toda la información relativa a los encuentros entre una y otra parte.

La Unión Europea, consciente de lo que está en juego, ha respondido a muchas de las demandas de la ciudadanía, en especial a las de los jóvenes. Sin duda, los esfuerzos puestos por la Comisión Europea en que la campaña electoral de los candidatos a su presidencia fuera lo más transparente posible fueron enormes: una campaña abierta a todos los públicos, debates retransmitidos en la televisión pública, un proceso de elección que goza de mayor legitimidad, etc. Y éste sólo es un ejemplo. Las instituciones europeas apoyan a un número cada vez mayor de iniciativas de los jóvenes. Por ejemplo, el European Youth Event, que tendrá su segunda edición en el año 2016, goza del sustento y apoyo del Parlamento Europeo.

Con todo, parece que tanto los jóvenes europeos como la propia Unión Europea están esmerándose en tratar de estar a la altura, los primeros poniendo todo su potencial a disposición de la UE al objeto de construir un futuro mejor y los segundos, adaptándose a los nuevos tiempos y tratando de satisfacer, en la medida de lo posible, las necesidades y demandas de las nuevas generaciones. Se está haciendo un buen trabajo, es cierto, pero aún queda mucho camino por recorrer. Los jóvenes deben tomar nota y seguir trabajando por conseguir una todavía mejor Unión Europea y ésta, a su vez, debe esforzarse por dotar a sus ciudadanos, especialmente a los más jóvenes, de aquello que necesiten para garantizar un futuro próspero a la UE.

 

Elisa Rodríguez García. Antigua alumna del Máster en Relaciones Internacionales.

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