En Justicia e Interior

– Francesca Friz-Prguda – 

Si echamos atrás la mirada y analizamos los últimos cuatro años, vemos cómo los conflictos son cada vez más largos y violentos, generando más refugiados, al tiempo que la perspectiva de encontrar soluciones para los mismos se va limitando.

Hace apenas unos días, el pasado 20 de junio, coincidiendo con la celebración del Día Mundial del Refugiado, tuvimos que anunciar un nuevo y triste récord en el número de personas que se ven forzadas a desplazarse para huir de los conflictos, la violencia y la persecución. Si hace 12 meses el número de hombres, mujeres, niños y niñas desplazados por la fuerza era de 59,5 millones, hoy en día esta cifra asciende a 65,3 millones, y lamentablemente, estos números – y el sufrimiento humano que conllevan – van a seguir creciendo. Cada minuto que pasa, 24 personas se convierten en nuevos desplazados, y de ellos, el 51% son niños y niñas.

Este total de 65,3 millones comprende a 3,2 millones de personas en países industrializados que a finales de 2015 esperaban una resolución sobre sus solicitudes de asilo (el mayor número global registrado por ACNUR), 21,3 millones de refugiados en todo el mundo, y 40,8 millones de personas que se habían visto forzadas a huir de sus hogares, pero que permanecían dentro de las fronteras de sus propios países (el mayor número registrado jamás). En total, el número de desplazados forzosos hoy es mayor que la población de países como Reino Unido, Francia o Italia.

Sólo la guerra en Siria, que ya se encuentra en su sexto año, ha generado cerca de 5 millones de refugiados y día a día sigue generando un enorme sufrimiento y desplazamiento en el interior del país, así como un terrible impacto en la región. La crisis afecta todos los aspectos de la vida diaria en los países vecinos: desde el acceso a la vivienda y el nivel de desempleo, hasta el aumento generalizado de los precios y la sanidad pública. Las economías de dos de los principales países de acogida, Líbano y Jordania, han perdido miles de millones de dólares como resultado del conflicto en Siria.

En el Líbano, el país que acoge a más refugiados en comparación con su población, el 70% de refugiados sirios en el país está viviendo por debajo del umbral de pobreza nacional. Con la guerra en Siria en su sexto año, los refugiados ya han agotado sus ahorros, su capacidad para encontrar trabajo se ha visto reducida y la ayuda humanitaria ha menguado debido a la escasez de fondos. Los refugiados están pidiendo préstamos para cubrir necesidades básicas como el alquiler, la alimentación y la atención médica. La gente está saliendo adelante recortando el número de comidas al día y reduciendo el tamaño de las raciones. Aun así, muchos tienen que seguir pidiendo prestado a comerciantes, amigos o parientes para alimentar a sus familias. Este es el caso de Shamsa y Thuha, que con tan solo 7 y 5 años tuvieron que huir de Alepo junto a su familia y desde hace tres años viven como refugiadas en una tienda de campaña en Líbano. La exigua ayuda que recibe esta familia apenas les llega para el alquiler, la comida y tratar de pagar las medicinas para su padre enfermo de diabetes, que a causa de la guerra no pudo acceder a tratamiento en Siria, lo que le hizo perder la vista.

En cuanto a desplazamiento interno, si bien la actual Conversación de Paz en Colombia nos hace recobrar la esperanza ante la posibilidad de que se pueda poner fin a un largo conflicto que dura más de 50 años, no debemos olvidar los casi 7 millones de desplazados. En otros puntos del planeta aún no se vislumbra una solución a los conflictos que nos han hecho alcanzar un nivel sin precedentes de desplazamiento interno. Estamos en el quinto año consecutivo en que aumenta el número global de desplazados internos, que se ha visto impulsado en gran medida por la persistencia de la violencia y los conflictos en Oriente Medio: 6,6 millones de personas en Siria, 2,5 en Yemen o los 4,4 millones de desplazados internos de Irak, de donde además muchos están saliendo a buscar protección en Siria a diario, huyendo de los enfrentamientos entre el ISIS y las fuerzas gubernamentales. Imagínense cual no será la desesperación de una persona que decide huir de Irak a Siria.

Las causas que nos llevan a estas alarmantes cifras, tienen tres vertientes: mientras en los últimos años han emergido o se han reactivado nuevos conflictos (como Siria, Yemen, Burundi, Ucrania o la República Centroafricana), y los ya existentes se perpetúan en el tiempo (son ya 40 años de guerra en Afganistán y 30 en Somalia), las soluciones para aquellos que tuvieron que huir con lo puesto: el retorno voluntario, la integración o el reasentamiento no llegan al mismo ritmo o incluso se vuelven inviables.

La solución preferida por los refugiados, el retorno voluntario a sus países, solo fue posible para 200.000 personas en 2015; otra de las soluciones para los refugiados, el reasentamiento, (del que tanto oímos hablar en Europa y en España estos días) únicamente benefició a 107.000 refugiados, aceptados para acceder a la protección en cifras realmente significativas sólo en países clásicos de reasentamiento como Canadá, Suecia, o EEUU.

Pero además, como vemos todos los días en los periódicos y las televisiones, en demasiadas ocasiones el peligro no cesa cuando los refugiados abandonan sus países, sino que incluso se multiplica. No estoy siendo dramática si les recuerdo que 10.000 personas perdieron la vida desde 2014 tan sólo en el mar Mediterráneo. Madres, padres, abuelos, abuelas, niños, niñas, bebes… Y una sola vida es demasiado.

Tampoco debemos olvidar los obstáculos que se han encontrado muchos refugiados al llegar a lugares supuestamente seguros, como Europa. Muros, vallas, gases lacrimógenos, redes de tráfico y de trata, abusos sexuales o el rechazo irracional e inhumano y la violencia de grupos racistas, xenófobos o islamófobos, en actitudes que en ocasiones son incluso fomentadas por dirigentes políticos que olvidan sus obligaciones no solamente morales, sino legales como países firmantes de la Convención de Ginebra de 1951, piedra angular del Derecho de los Refugiados.

En los países industrializados, la voluntad de los gobiernos de cooperar y de cumplir sus responsabilidades bajo el derecho internacional, está seriamente en entredicho.

Miren, tres países generan la mitad de los refugiados del mundo: Siria, Afganistán y Somalia. A pesar de que las imágenes que cada día vemos en nuestros televisores muestren imágenes de las llegadas a Europa, el 90% de los más de 21 millones de refugiados que hay en el mundo son acogidos principalmente por países vecinos, y el 86% se encuentran en regiones en vías de desarrollo. Etiopía acoge a más de 600.000, en el Líbano 1 de cada 3 habitantes es un refugiado y Turquía tiene casi 3 millones de refugiados acogidos.

Y en este punto quiero hacer una llamada a la acción. La solución al desplazamiento global en su peor momento histórico no puede estar solo en las manos de los Estados vecinos a los conflictos y de otros pocos Estados con sentido de responsabilidad y solidaridad. En Europa, países como Alemania y Suecia recibieron números importantes de solicitudes de asilo reflejando su disposición de acoger a las personas que huían a través del Mediterráneo de la guerra y la persecución, 442.000 y 156.000 respectivamente, muy lejos de los 15.000 de España.

EEUU fue el segundo país con mayor número de solicitudes de protección internacional, mientras que Canadá mostró su ejemplar sentido de responsabilidad reasentando a más de 25.000 refugiados en un tiempo récord. Otros Estados, sin embargo, no han querido ver que la magnitud de la situación requiere de respuestas colectivas, ágiles, eficaces y creativas. Muchos países pueden hacer más. Por compleja que sea la situación. La propia Unión Europea en su último informe solicitaba a los Estados miembros un mayor esfuerzo y compromiso con el reasentamiento y la reubicación desde Grecia e Italia, ya que de las 160.000 personas que los Estados miembros se comprometieron a reubicar, apenas han sido trasladadas 2.682 (el 1,6%). A fecha 28 de junio, a España habían llegado 181 refugiados reubicados desde Grecia e Italia.

Pero además, los refugiados necesitan que los países de la Unión Europea habiliten vías legales que permitan abrir el abanico de posibilidades para evitar que quienes huyen de la guerra y la persecución tengan que arriesgar sus vidas poniéndolas en manos de traficantes sin escrúpulos, que son los que mayor beneficio están sacando de esta respuesta decepcionante de los países industrializados ante esta crisis. Asimismo, estas vías humanitarias para la admisión de refugiados contribuyen a preservar el espacio de protección en los primeros países de acogida.

En la actualidad, los refugiados dependen casi exclusivamente de vías ‘ilegales’ que son peligrosas para todos y letales para muchos, además de nutrir un mercado insaciable para las redes criminales.

¿Y en qué consisten esas vías legales?

– Por una parte, se necesita asumir un mayor compromiso en reasentamiento, otorgando más plazas en terceros países para más refugiados que no pueden permanecer en los primeros países de asilo. El reasentamiento implica la transferencia de refugiados desde un Estado en el que han buscado protección a un tercer Estado que ha accedido a admitirlos en el reparto de forma permanente o temporal. Al mismo tiempo supone un verdadero compromiso en el reparto de las cargas de protección internacional con los países más pobres y vecinos a los conflictos, que de forma más directa soportan la llegada de refugiados.

En estos momentos, los Estados deben ofrecer más plazas de reasentamiento, no sólo desde Turquía, sino también desde otros países vecinos a Siria, principalmente el Líbano y Jordania, que se sumen a las ya ofertadas.

Facilitar visados humanitarios, que constituyen una vía adicional esencial a los programas de reasentamiento y permiten la llegada rápida y segura a países donde obtener protección, como por ejemplo para casos que necesitan una atención médica urgente, para los miembros de familias extendidas que en principio no tendrían derecho a la reunificación familiar, o para los refugiados que ya tienen vínculos con el país de acogida.

Flexibilizar los criterios de reagrupación familiar de refugiados, adoptando un enfoque más generoso y claramente orientado a la protección de los derechos humanos. Es necesario que se flexibilicen tanto los criterios de parentesco como los de dependencia. ¿Esto por qué? Porque a menudo las familias son más que la mera unidad de familia nuclear. Piensen en una familia en la hay hijos de 19, 20 o 21 años, o en padres jubilados, y que no pueden reunirse. Muchos de ellos son los que se lanzan al mar desesperados para tratar de alcanzar la seguridad y tratar de rehacer sus vidas junto a sus familias.

– Otra vía es la de desarrollar programas de becas académicas y visados para estudiantes refugiados. Nadie mejor que ustedes pueden valorar la importancia de la educación para el presente y el futuro de una persona. Esta vía, que involucra a universidades, gobiernos y sociedad civil, supone una oportunidad para que los refugiados jóvenes puedan tratar de cerrar la brecha que la guerra y la persecución han abierto en sus vidas, y que puedan recuperar sus itinerarios personales, contribuyendo desde un primer momento a la sociedad que los acoge, y, en un futuro, a la reconstrucción de sus países de origen.

– Hay además otras posibles vías de facilitar el acceso a protección para los refugiados, contando con el patrocinio de personas individuales, organizaciones u autoridades regionales y locales que quieren apoyar a los recién llegados a integrarse en el país de acogida y rehacer sus vidas en convivencia con la sociedad de acogida. Esta vía, que podría ser muy adecuada para España por su sociedad solidaria y las ofertas ya expresadas por Comunidades autónomas, puede aplicarse simultánea o conjuntamente con los programas de reasentamiento gubernamentales.

Una vez en el país de acogida, los esfuerzos de todos, sociedad de acogida y refugiados deben centrarse en la integración. Reconociendo que es un reto importante de gobernantes y administraciones locales, organizaciones sociales, empresas, sociedad civil y de los propios refugiados, sabemos que con el esfuerzo de todos es posible. Conocemos iniciativas y prácticas de éxito, también en España, que nos lo indican. Sumando las capacidades y recursos se puede.

 España, que es el segundo mayor país en términos de superficie de la Unión Europea 28 y el quinto por población, cuenta con las condiciones necesarias para aumentar su implicación en cuestiones de protección internacional. A día de hoy, España únicamente recibe en torno al 1% de las solicitudes de asilo de toda la UE, pero tiene capacidad para convertirse de una vez por todas en un país de acogida y protección para refugiados y asumir un liderazgo en el seno de la propia Unión Europea, especialmente entre los países del sur.

Con su experiencia en atención a solicitantes de asilo y refugiados y en integración de extranjeros, la memoria del exilio y con una sociedad enormemente acogedora, cuenta con todos los ingredientes para poder establecer un sistema de acogida e integración sólido y sostenible.

Vivimos en una sociedad que a pesar de la crisis y de las dificultades de los últimos años se ha demostrado solidaria y dispuesta a apoyar a los refugiados. Ejemplo de ello son las ofertas de numerosos ayuntamientos, Comunidades Autónomas e instituciones públicas y privadas, y sobre todo el hecho de que España se haya convertido en el mayor donante privado al ACNUR, a través de la Asociación Nacional España con ACNUR, incrementando significativamente sus aportaciones en los últimos años.

La clave es que “si se quiere, se puede”, pero para ello “hay que querer”.

En este contexto, es urgente actuar. Como les digo, España y el resto de países industrializados deben poner a disposición de los refugiados vías legales como las que les acabo de enumerar. Con ese objetivo la Asamblea General de Naciones Unidas ha convocado una reunión de alto nivel el próximo 19 de septiembre, para abordar el desafío que suponen los movimientos a gran escala de refugiados y migrantes, que puede constituir una oportunidad histórica para los refugiados. Es el momento de avanzar hacia un refuerzo real y decisivo del sistema internacional de protección de refugiados y por eso es necesario alcanzar un Pacto Global sobre el reparto de la responsabilidad de proteger.

Este Pacto Global no requiere de nuevas normas, en la actualidad la comunidad internacional cuenta con las herramientas necesarias para actuar frente a la crisis de refugiados, lo que sí se necesita es un compromiso decidido y la voluntad política de los estados, para alcanzar soluciones a través de una respuesta cooperativa.

Confío en que España sepa estar a la altura que exige el momento que vivimos y acuda a esa próxima reunión del 19 de septiembre con la voluntad necesaria y con iniciativas y medidas ambiciosas que contribuyan a mejorar el sistema internacional de protección y los derechos humanos de los refugiados.

Bajo la campaña “ConLosRefugiados”, que desde ACNUR hemos lanzado con motivo del Día Mundial del Refugiado, pretendemos presentar a la ONU las firmas que estamos recogiendo en todo el mundo para pedirles a los gobiernos que tomen acción.

Aprovecho la ocasión para pedirles a todos ustedes su colaboración en esta tarea: les invito a entrar en la web www.ConLosRefugiados.org, a firmar nuestra petición y a ayudarnos a difundir la iniciativa para que, entre todos, enviemos un mensaje claro a los gobernantes de todo el mundo: es necesario tomar una acción urgente para garantizar el derecho de los refugiados a la protección y la seguridad.

Los problemas globales requieren respuestas globales y colectivas y, de no abordarlos, seguirán provocando sufrimiento, muertes, desplazamientos, inestabilidad y problemas de seguridad. La Protección Internacional es una responsabilidad compartida y no únicamente de los países próximos a las zonas de conflicto y de otros pocos con voluntad.

Ahora más que nunca es el momento de mantenernos firmes en nuestros valores de solidaridad y acogida y en la responsabilidad compartida para proteger y apoyar a las personas que necesitan protección.

Francesca Friz-Prguda. Representante de ACNUR en España

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Comments
  • JCesar
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    EUROPA EN EL DIVAN
    Cuando siguen llegando a nuestros oídos lamentables noticias de un nuevo crimen o atentado en cualquier lugar de Europa o del mundo todos nos preguntamos por las causas de lo ocurrido, lo que se hizo mal o no se hizo para que tal cosa sucediera. Como siempre también estos son días de púlpito y lamentaciones, de condenas de salón y reproches de sobremesa, de grandes discursos y declaraciones (Jè suis Paris, Jê sui Bruxelles, je suis Nize, We are Orlando, ….Munich..), nuevos brindis al sol y viejos cantos de sirena que nada explican ni resuelven, menos aún reparan ni previenen; en refrán mas castellano, a burro muerto la cebada al rabo.
    La cuestión sigue siendo saber la causa de lo que hoy es el gran problema de Europa y del mundo; la inseguridad, el terrorismo, la corrupción y la crisis de identidad y de valores. No hay efecto sin causa ni causa sin efecto o dicho de otro modo de aquellos polvos salen estos lodos aunque los neguemos, y este como cualquier problema social o humano es suficientemente complejo como para ser tratado con conocimiento de causa e inteligencia de experto (epistemé), no de tertulianos y opinadores de farándula y espectáculo (doxóforos). Mucho me temo sin embargo que para esto es necesario prescindir de ideologías, creencias, intereses y moralinas de lo políticamente correcto (de lo que los periodistas son sus centuriones). Pero los doxóforos de la opinión son también responsables de tanta desorientación con incapacidad para comprender menos aún aconsejar sobre asuntos que les desbordan.
    Es evidente que desde hace mucho tiempo algo no funciona, y lo que hoy vemos como accidente solo es el resultado de un fracaso, exponente de un proceso errático y pretérito. A la ideología revolucionaria de la LIBERTE, FRATERNITÉ, EGALITE le falto siempre SECURITÉ, REALITÉ e IDENTITÉ, ya que la libertad sin identidad no produce sino disgregación, desorientación y con frecuencia decadencia. No es la libertad sino la seguridad, no es la fraternidad sino la realidad, no es la igualdad sino la identidad. Ya sabemos que la realidad se defiende mal pero tiene sus propias leyes que solo los más expertos conocen y entienden; la realidad es displaciente y terca, viaja por caminos distintos a ideologías, fantasía, creencias y sueños y cuando se presenta ya es tarde, como siempre.
    Como cualquier organismo vivo, las sociedades necesitan de cohesión estabilidad identidad y equilibrio, verdadero tejido conectivo que evite la desestructuración la enfermedad y la decadencia. Hasta la sociedad más retrógrada, (hasta en un pueblo de demonios) trata de preservar su identidad, su cultura y valores como algo esencial y natural, protegiendo con ello el bien común, su estabilidad, su integridad, su propia salud y progreso, y no otras razones extrañas o de conveniencia. Una advertencia: no actuar en consecuencia a este principio no impide que otros lo hagan por uno.
    Los cuerpos sociales como los cuerpos físicos u orgánicos tienen sus propia física y química, sus propias leyes naturales por las que se rigen y conducen, independientemente de las leyes jurídicas o morales que se acompañen, lo que hace recomendable conocerlas (el desconocimiento de estas no exime de su cumplimiento) antes de hacer alquimia o ingeniería social de diseño. Y entre los elementos consustanciales a estos cuerpos sociales esta la identidad ética y cultural que no es identidad de raza (racismo), ni de sexo, ni de género (sexismo), ni de clase (clasismo) sino identidad ética, cultural y de valores. Hasta los más acérrimos defensores de la igualdad y la libertad que hacen negacionismo de este incontrovertible hecho se comportan y actúan bajo este mismo básico y universal principio, aunque no lo sepan. Nadie acepta o rechaza, ama u odia a nadie por su raza, su sexo, por su religión o su género, sino por su condición moral y valor ético, no por su aspecto sino por su comportamiento.
    Todo grupo o cuerpo social necesita tejido conectivo que lo mantenga unido y vivo, pudiendo seguir dos procesos distintos y antagónicos, el de identificación que aglutina y cohesiona (fusión de identidad) y el de desidentificación que disgrega y desestructura hasta romperlo (fisión de identidad); tanto la conducta delictiva o de corrupción como la criminal y terrorista responden a este último proceso.
    La realidad social y cultura europea como toda realidad se manifiesta distinta a la que ideólogos, poetas, moralistas y alquimistas sociales idearon imaginaron e hicieron creer de forma generalizada, por aquello de que preferimos el error compartido a la incertidumbre. Las llamadas sociedades occidentales democráticas y desarrolladas, sociedades del bienestar, de amalgama cultural y disgregación social, abrazadas a la religión revolucionaria que olvido la realité la securité y la identité, son poco equilibradas seguras y eficientes, de escasa estabilidad y difícil gobernanza. Bélgica, Francia, Alemania……como el resto de países occidentales y Europeos siguen sentadas en el diván psicoanalizándose de sus complejos de culpa sobre los males del mundo, pero mientras tanto están perdiendo la batalla de su seguridad, identidad y cultura en aras de una rancia ideología/religión y sus dogmas alentados por ideólogos, poetas, clérigos, profetas, cantantes y aficionados alquimistas con aspiración a genio, incluso místicos y sacerdotisas de los nuevos oráculos de la compasión universal que nada saben de la realidad y naturaleza de estas cosas; de este modo, lo único que une ya a Europa es el islam (y posiblemente el futbol) no su cultura ni historia. Y es que una unión basada solo en intereses económicos o de mercado y no en valores de identidad éticos y culturales, duran poco tiempo.
    Una sociedad amalgamada y desestructurada, con la única identidad administrativa de superficie espectáculo y camiseta deja el camino libre a otras moralmente más fuertes y religadas que no vienen a integrarse sino a ocuparla. No importan ya las causas ni las políticas de igualdad ni de integración que se aplique en los hechos consumados porque pronto estas mismas sociedades serán la minoría que tendrá que adaptarse e integrarse a la que llego para quedarse y no al contrario. Porque la realidad social como la naturaleza de las cosas escapa a todo intento mediocre de poseerla y manejarla al antojo de ideologías, moralinas o intereses; ni responde a lo moralmente deseable ni a lo políticamente correcto, lo que no siempre se acepta ni respeta; en la mayor parte de las ocasiones esto lleva a percepciones erróneas juicios falaces y decisiones equívocas de peores consecuencias que las que se trataba dar remedio. Nada nuevo; se puede engañar a los hombres pero no a la realidad.
    Una vez más la realidad de los hechos revela la dificultad de integrar culturas y mentalidades distintas, integración más deseada que real, no por falta de voluntad ni esfuerzos ni recursos que no se hayan empleado. Los últimos acontecimientos de violencia y atentados terrorista en el seno de países europeos ponen de relieve una vez más la errónea concepción del problema y la fallida política de integración sin límites ni fronteras, alentadas por visionarios, alquimistas y falsos profetas, de ideario ideológico, religioso o mediático ( alianza de civilizaciones ) que nada saben de la química social y su naturaleza. Hoy sabemos que la violencia como la integración no se solucionan con leyes ni chorreo de millones, sino con educación y trabajo basados en principios y valores éticos y culturales comunes y sólidos que eviten la desestructuración, la disgregación y la amalgamación sociológica sin tejido conectivo y mucho tejido adiposo.
    La cuestión sigue siendo ciencia o religión, imaginación o realidad, ideología o conocimiento, doxa o epistemé; Ni la ideología ni la religión ni la economía comprenden ni explican ni resuelven la naturaleza compleja de las cosa humana, y ciertos discurso polÍticos, religiosos o mediáticos constituyen más un obstáculo y un inconveniente.
    No son sermones de púlpito ni demagogia política, ni arenga mediática, ni siquiera razones economicistas o de mercado sino simple cuestión de identidad basada en la ética de la razón más crítica y el conocimiento técnico- científico (epistemé); pero algunos cientificos convertidos a la política han confundido la física inorgánica con la física orgánica y la química social. Ya decía Nietzsche ” Cada vez que un jurista se dedica a la ciencia abusa de la ley y cada vez que un científico se dedica a la política cierra tras él la puerta del laboratorio.
    En palabras de Klemperer, también en democracia se genera con frecuencia un lenguaje errático y un discurso autocomplaciente que nos exime de pensar y vivir coherentemente y nos dota de aquella dulce y engañosa seguridad que proporciona un dogma compartido
    JCGA.2016

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