En Justicia e Interior

– Lara García Fernández – 

El conflicto del mar de China Meridional podría ser uno de los puntos clave en la agenda internacional del siglo XXI. Asia parece posicionarse como el continente que más va a crecer en esta centuria y el control del mar es una preocupación histórica de las potencias mundiales. El atractivo de las aguas del sur de China ya no está solo en los recursos energéticos que se hallan en sus profundidades, sino también en su importancia para el tráfico de mercancías.

Las tensiones en el mar del sur de China se remontan a los años 60 del siglo pasado, cuando China y Vietnam se disputaban entre sí la adhesión de las islas Spratly; y mientras, por el otro archipiélago de este mar, las islas Paracelso, pujaban los dos Estados anteriores junto a Taiwán, Filipinas, Malasia y Brunei. Por aquel entonces, el interés por el control de estos enclaves radicaba en sus recursos energéticos. Según un informe elaborado por Mario Laborie para el Instituto de Estudios Estratégicos publicado en el año 2012, el mar de China Meridional alberga una cantidad de petróleo y gas natural similar a la de Catar.

La internacionalista Ula Swarek recoge en su estudio sobre la importancia estratégica de estas aguas la clasificación propuesta por el historiador naval Eric Grove de las principales naciones que intervienen en el conflicto. Por un lado, China defiende sus posiciones desde una perspectiva activa o de proyección de poder, power proyection, reafirmando su influencia en la zona mediante operaciones militares; por contra, países como Vietnam, Indonesia, Malasia o Filipinas actúan, según palabras del autor, como sea denials, intercediendo mediante trabas burocráticas al paso de buques extranjeros, hostigando las maniobras de otras naciones en la zona y reivindicando sus pretensiones ante organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización Marítima Internacional (IMO) o la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN).

Encontramos dos diferencias entre el power proyection y los sea denials. La primera es el respeto a las convenciones internacionales; y la segunda diferencia se halla en el nivel económico y el porcentaje de gasto que los Estados de cada grupo destinan a defensa.

Como señalábamos, los sea denials tienden a buscar protección en las organizaciones intergubernamentales, mientras que el power proyection, China, prefiere recurrir a la vía bilateral para solucionar las discrepancias. En palabras del presidente Xi Jinping ante el XIX Congreso Nacional del Partido Comunista de China (2017), “China aplica con firmeza una política exterior independiente y de paz”.

En el año 2002 China y la ASEAN firmaron la Declaración de Conducta del Mar de China Meridional, en la que se acordó que, en caso de desavenencia, los países implicados la solventarían directamente por medios diplomáticos. Aun a día de hoy esta declaración de conducta no se ha materializado en un código formal, lo que ha suscitado algunas reclamaciones ante los organismos internacionales a causa de comportamientos abusivos por parte de China.

En el año 2009, Malasia y Vietnam presentaron una reclamación conjunta ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental, a la que el gigante asiático respondió “que tiene indiscutible soberanía sobre los archipiélagos de las Spratly y Paracelso, y que mantiene derechos de soberanía y jurisdicción sobre las aguas circundantes, tal y como se refleja en la llamada Línea de los Nueve Trazos [un documento elaborado en 1947 que delimita las pretensiones chinas en el mar Meridional basándose en causas históricas]”, en palabras de María Merino Velasco, licenciada en Derecho y autora del blog clavesyenclavesdelpacífico.com; en 2016, China rechazó el fallo del Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya iniciado a instancias de Filipinas y, dos años más tarde, la cadena BBC y el diario El Mundo mostraban imágenes de cómo China había terminado la militarización de siete islas artificiales que había construido en el mar de China Meridional, que suman un total de 29 hectáreas.

Enlazamos en este punto con la segunda diferencia entre el power proyection y los sea denials, que recordamos es el nivel económico y la cantidad de gasto público destinada a defensa. En el congreso mencionado anteriormente, Xi Jinping señaló en repetidas ocasiones la importancia del desarrollo y la modernización del ejército, por lo que no debería sorprender que China haya incrementado el gasto militar por habitante de 74 a 149 euros anuales en lo que va de década (datosmacro.org). En cuanto a los sea denials, el gasto medio en defensa por habitante de Vietnam, Filipinas, Indonesia, Malasia y Tailandia ha aumentado desde los 43,80€ a 58,60€ en el mismo periodo (datosmacro.org), un incremento que no es tan prominente como el de China, pero que no debe pasar desapercibido en esta situación de tensión.

Pero lo que podría hacer que los sea denials dejaran de serlo, y tuvieran los medios económicos para poder ser power proyections, son las perspectivas de crecimiento para los miembros de la ASEAN, de la que China no es miembro. Y es que Asia fue el continente que registró un mayor volumen de tráfico de mercancías en 2017 (un 6,7% de las exportaciones y un 9% de las importaciones, según la Organización Mundial del Comercio). Como dijo Josep Piqué en palabras recogidas por el profesor Antonio Crespo Alcázar: “Con su política hacia Asia-Pacífico, Obama puso de manifiesto una tendencia que se venía observando: la relevancia del Pacífico frente al Atlántico”. Muestra de ello es que para 2023, El Fondo Monetario Internacional prevé un crecimiento económico del 6,1% en los países emergentes y en vías de desarrollo del sudeste asiático, muy superior al 1,4% que espera para las economías avanzadas.

Siguiendo la tendencia, según las estimaciones de la consultora Pwc para el año 2050, Indonesia podría ser la cuarta economía mundial en términos de PIB per cápita, Filipinas la 19, seguida de Vietnam; y Malasia y Tailandia la 24 y 25, respectivamente. A la vista de los datos parece razonable afirmar que, en términos económicos, la distancia entre los sea denials y el power proyection se irá acortando a lo largo del siglo XXI.

La vuelta de China a la vía diplomática sería fundamental para garantizar la estabilidad en el mar de China Meridional, aunque parece que el gigante asiático prefiere optar por la ofensiva directa. Quizá sus contrincantes estén en condiciones de tomar posición activa en los próximos años, lo que podría traer consigo unas consecuencias indeseables tanto para los países directamente implicados como para el comercio mundial.

Lara García Fernández. Alumna del Máster en Relaciones Internacionales del Instituto Universitario de Estudios Europeos.

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