– María Solanas –
“Vivir en el siglo XXI significa que nuestra actitud hacia la vida y el trabajo, hacia las mujeres y los hombres, ha de ser una actitud del siglo XXI.”
Frans Timmermans, Vicepresidente primero de la Comisión Europea
Tal como recoge el Tratado de la Unión Europea, la promoción de la igualdad entre hombres y mujeres es uno de los valores fundamentales de la UE. Conseguir la igualdad de género (ningún país del mundo ha logrado cerrar la brecha de género) se identifica, pues, como uno de los objetivos del proyecto europeo, de sus instituciones y de sus Estados Miembros. Un valor y un propósito europeos consagrados en la legislación comunitaria. El principio de igualdad de retribución entre hombres y mujeres (a igual trabajo, igual salario) encuentra base jurídica en los Tratados desde 1957, y está contemplado en el artículo 157 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE), que también recoge la defensa de la igualdad de oportunidades y trato en materia de empleo y ocupación. Junto con un conjunto de directivas y la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, la obligación jurídica de promover la igualdad, y la lucha contra la discriminación por razón de género en el seno de la UE tiene solidez y consistencia.
Frente a la igualdad de iure, la igualdad efectiva está lejos de ser una realidad. Los datos más recientes de la Unión Europea así lo evidencian: la violencia física o sexual sigue afectando a una de cada tres mujeres en la UE; la brecha salarial media europea está aún en torno al 16,3%, y la brecha de las pensiones llega hasta el 40%. Las mujeres de edad avanzada sufren un riesgo de pobreza y de exclusión social mucho mayor que los hombres de su misma edad. A pesar de cursar, en mayor medida que los hombres, estudios de educación superior (son ya el 60% de los titulados en la UE), las mujeres europeas participan en el mercado de trabajo, en promedio, un 11,6% menos que los hombres (una brecha que se incrementa hasta el 50% cuando las familias tienen hijos menos de 6 años). Las mujeres europeas solo son el 29% de los empresarios, y apenas el 21% de los miembros de los consejos de administración de las grandes empresas cotizadas. Y la brecha permanece en el ámbito de la participación y el liderazgo políticos (en promedio, solo el 29% de los diputados son mujeres, y un 27% de los ministros, sin olvidar que sólo tres líderes de la UE a 27 son mujeres: la Canciller alemana, la Primera Ministra polaca, y la Presidenta de Lituania). En el ámbito comunitario, si bien el Parlamento Europeo está cerca de la paridad (37% de los diputados son mujeres), la Comisión de 19 miembros solo cuenta con 9 mujeres. Tras 60 años y al ritmo actual, la UE tardará varias décadas en lograr la igualdad real entre hombres y mujeres.
El pasado 26 de abril la Comisión publicaba el documento de reflexión sobre la dimensión social de la UE, el primero de los cinco documentos de reflexión tras lanzar, el pasado 1 de marzo, el Libro Blanco sobre el futuro de Europa sobre los principales desafíos y oportunidades para la próxima década. La Comisión ha presentado también el documento sobre el encauzamiento de la globalización (10 de mayo); sobre la profundización de la Unión Económica y Monetaria (31 de mayo); sobre el futuro de la defensa (7 de junio), a los que seguirá uno más, en los próximos días, sobre el futuro de las finanzas de la UE. Cinco documentos sobre dimensiones clave de cara a la Europa que queremos para 2025.
Según plantea la Comisión, un eventual pilar social de la UE (relativo al modo en el que se organizan nuestras sociedades en un entorno de cambios acelerados y profundos) tendría, entre sus objetivos esenciales, la promoción de la igualdad de género (junto con otros como el crecimiento inclusivo y la cohesión; la lucha contra el desempleo, la exclusión y la pobreza; o la educación, formación y empleo para los jóvenes). Entre sus medidas para aumentar la participación de las mujeres en el mercado de trabajo destacan aquellas que pretenden una mejor conciliación de la vida familiar y laboral (como el permiso parental de 4 meses para mujeres y hombres, intransferible, y hasta que los hijos cumplan 12 años). Vida y trabajo en el siglo XXI.
En materia de igualdad de género, aunque no cabe duda sobre los avances logrados a lo largo de estas décadas de construcción europea, el ritmo ha sido decepcionantemente lento, si tenemos en cuenta que la Unión Europea es el espacio de mayor calidad de vida del mundo. Las mujeres constituyen algo más de la mitad de la población europea, y como señaló el Parlamento Europeo el pasado 8 de marzo, “no deberíamos aceptar que haya que esperar varias décadas para alcanzar una verdadera igualdad de género en Europa”. Queda mucho por hacer, lo que requiere acelerar los avances. Como advierte la Comisión, si no se adoptan nuevas medidas, las mujeres seguirán sufriendo desventaja económica derivada de la maternidad durante toda su vida profesional y en el momento de la jubilación, causada por una distribución desigual de las responsabilidades del cuidado de los hijos y domésticas (las mujeres trabajadoras dedican, de media, 2,5 veces más que los hombres a estas tareas). Un verdadero pilar social de la UE debe aspirar a la igualdad efectiva. No solo como una cuestión de equidad, sino también como un imperativo económico. Desaprovechar el talento de la mitad de la población impacta negativamente en el crecimiento económico y en la competitividad. La igualdad de género tiene, también, importantes beneficios económicos.
Según una encuesta del Eurobarómetro, el 76% de los ciudadanos europeos piensa que abordar las desigualdades entre hombres y mujeres debe ser una prioridad de la UE; y el 91% cree que es necesario abordar tales desigualdades para lograr una sociedad más justa. Sobre la base de este consenso social europeo se deberían impulsar, con mayor decisión y celeridad, medidas proactivas e innovadoras para avanzar en la igualdad de género, un “valor esencial” de la UE, definitorio de su propia identidad y de sus objetivos como espacio de progreso, prosperidad, paz y estabilidad. La UE puede y debe ser un potente motor de cambio para lograr esta igualdad efectiva entre hombres y mujeres. En pleno siglo XXI, dista mucho de ser una realidad.
María Solanas. Real Instituto Elcano