– Adolfo Lorente –
‘Bruselas debe echar el resto por ganarse a sus jóvenes, explicarles que todo esto vale la pena, que el futuro está en sus manos porque fuera de la UE siempre es invierno’.
La Unión Europa tiene un problema. En realidad, tiene unos cuantos, aunque uno especialmente. No se quiere lo suficiente. No sabe hacerlo. Su autoestima está por los suelos. Es extraño, sí. Y claro, uno escucha a todo un ex presidente de Estados Unidos como Barack Obama (¡Ay Obama!) asegurar que la UE es «uno de los mayores logros que ha dado la historia de la Humanidad» y los europeos, casi avergonzados, reaccionan timoratos mirándose unos a otros sin saber muy bien qué decir. Pero, o se da un paso al frente o el pasado estará mucho más cerca de lo que muchos se piensan.
Con Donald Trump ya nada será igual. ¿Peor? Es posible, lo más lógico. Pero, ¿y si es para mejor? ¿Por qué no? ¿Y si Trump es la oportunidad que Europa estaba esperando para recobrar su orgullo? Se trata de saber explicarlo, de emular a Trump y apostar sin tapujos por el «Europe first!», por una Europa unida. ¿Por qué no? Lo dijo Obama, ¿recuerdan? ‘Yes, we can’. Sí, se puede. La batalla del relato es la clave de todo y la Unión, el club de clubes, sigue perdiéndola. Lo mejor, que todavía está a tiempo de vencer y para ello, debe ganarse a los suyos, sobre todo a sus jóvenes. Contarles, explicarles, recordarles… Convencerles. Cuando impones, pierdes.
Convencer es ganar y la mejor forma de hacerlo es que conozcan su historia. No a través de los libros (o no sólo), sino a través de sus pies, con sus ojos. ¿Por qué no hacer, por ejemplo, que el programa Erasmus de intercambio universitario tenga cierto nivel de obligatoriedad para todos los jóvenes durante al menos seis meses? ¿Por qué no ampliarlo a la Formación Profesional? Si la UE quiere tener futuro, el futuro son ellos, sus jóvenes. Para ellos, la guerra es la prehistoria. La gran mayoría no sabe qué significa la palabra paz, por qué la creación de la Unión Europea fue tan importante, por qué Obama dijo lo que dijo. Para ellos, los jóvenes, Europa es otra cosa. No se sabe muy bien qué, pero Bruselas debe encontrar el ‘clic’ que haga que todo carbure, que el euroescepticismo sea un mal sueño, que todos sepan que fuera de la Unión siempre es invierno.
Decía Jean Monnet, uno de los padres fundadores más parafraseados, que había que aprovechar sus malos momentos para seguir creciendo. «Europa se forjará en crisis y será la suma de las soluciones adoptada para esas crisis», barruntó. Como suele advertir con cierta desesperación el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, la UE vive atenazada en «un permanente estado de policrisis». Están por todos los lados y brotan, paradójicamente, en uno de los momentos más fructíferos para el bienestar de sus ciudadanos con enormes beneficios como la eliminación del ‘roaming’ (el sobrecoste por usar el teléfono en otro país de la UE) o la directiva sobre trabajadores desplazados que ha logrado algo tan lógico como complícadisimo de conseguir: Mismo trabajo en el mismo país, mismo sueldo y derechos sin importar la nacionalidad del empleado. Porque Europa también es esto.
Sin embargo, nuestros entornos desconocen por completo esta realidad. Y no, la culpa no es de los corresponsales comunitarios que pasan horas y horas intentando traducir ese apasionante universo llamado Bruselas. Al menos, no toda la culpa. Aquí, toca señalar a unos Estados miembros irresponsables que son incapaces de asumir sus obligaciones. Bruselas es el chivo expiatorio, la excusa perfecta para casi todo y mientras esto no cambie, hay poco que hacer.
¿Cómo se gana la batalla del relato? Por ejemplo, con medidas tan sencillas como apostar por una identidad europea común. ¿Se imaginan que su documento oficial de identidad sea común en toda la UE, con su color azul y sus estrellitas de fondo, y ponga en mayúsculas que fulanito de tal es europeo y, al lado, entre paréntesis, español, sueco o maltés? ¿Se imaginan que hubiera una selección europea de fútbol? ¿Se imaginan que en la final de la Champions sonase el himno de Europa y los equipos lo escuchasen con la bandera estrellada ondeando en el estadio? ¿Y por qué no? ¿Por qué no ‘Europe first’?
El presidente francés, Emmanuel Macron, trazó recientemente la senda a seguir. Quién si no. Lo hizo en Estrasburgo, donde el 17 de abril ofreció un discurso solemne ante el plenario del Parlamento Europeo. «No quiero pertenecer a una generación de sonámbulos, que olvide su pasado o los tormentos de su presente. Quiero pertenecer a una generación que decida defender firmemente su democracia. Quiero pertenecer a una generación que defienda la soberanía europea», recalcó provocando la ovación de gran parte de los asistentes. Si se trata de librar la batalla del relato conviene tener a Macron en tu bando. No habla, enamora. Muchos le critican por quedarse en las musas, recordándole que lo relevante son los hechos, el teatro, no la poesía. Sin embargo, en estos momentos de incertidumbre, si algo necesita Europa es autoestima, levantar el ánimo de la tropa.
Poco a poco, el sanedrín del club está dando pasos en este sentido. Mucho menos ambiciosos de los necesarios, sin duda, pero no son tiempos para ver el vaso medio vacío. Por ejemplo, más de 15.000 jóvenes de 18 años recibirán un billete de tren gratis para viajar por el continente este verano. Si se hace camino al andar, también se hace Europa al viajar y aquí, el Interrail es un gran aliado.
Más datos para la esperanza. En el proyecto de Presupuestos para el periodo 2021-2027, el primero de la era posBrexit, la Comisión ha propuesto duplicar la financiación del programa Erasmus hasta los 30.000 millones de euros. En palabras del Ejecutivo comunitario, «es un paso clave para la creación, en 2025, de un Espacio Europeo de la Educación que empodere a los jóvenes y promueva una identidad europea a través de las políticas sobre juventud, educación y cultura».
Europa se la juega en muchos frentes, pero si logra convencer a sus jóvenes, concienciarles de que todo esto vale la pena, tendrá un gran futuro por delante.
Europe first!
Adolfo Lorente. Corresponsal en Bruselas de EL CORREO.