En Justicia e Interior

– Fernando Ruiz Granado – 

Durante años, la relación entre la Unión Europea y Estados Unidos ha constituido el paradigma de una alianza internacional sólida y duradera. Ello ha provocado que, con frecuencia, mantengan posturas comunes en conflictos internacionales e incluso actúen conjuntamente. Precisamente por este alineamiento y por la asimetría de la relación, marcada por la superioridad militar estadounidense, se ha criticado a menudo el papel secundario de Europa, percibiéndose su actuación como una simple extensión del poder estadounidense [1]. Sin embargo, esta relación tan estrecha marcada por el comercio, los valores y la historia puede estar llegando a su fin.

En enero de 2017, Donald Trump se convirtió en el 45º presidente de los Estados Unidos ante la incredulidad, expectación e inquietud de gran parte de la comunidad internacional. Tan solo un año y medio después, la política exterior estadounidense ha dado un giro copernicano que no ha dejado a nadie impasible. En un alarde de indiferencia estratégica, Trump ha llevado a cabo varias decisiones unilaterales que alienan, perjudican o directamente atacan a la UE y, a la vez, ha deteriorado significativamente las relaciones con países de gran importancia geopolítica para Europa, como Irán, Rusia, la Autoridad Nacional Palestina o Turquía.
Ante la creciente lista de países agraviados u hostiles hacia Estados Unidos, apostamos por que la UE forje una política exterior claramente diferenciada e independiente con respecto a la estadounidense, mostrando así que puede ser un actor internacional relevante por sí mismo.

El manifiesto desinterés y desprecio de Trump por el proyecto europeo, del cual ha llegado a decir que “se creó para aprovecharse de EE.UU.” [2], no parece ser un asunto pasajero ni puntual. Además de las múltiples críticas a la OTAN [3], en junio de 2017 retiró unilateralmente a su país del Acuerdo de París contra el cambio climático, pese a las numerosas peticiones de los organismos europeos y de los presidentes de los Estados miembros para que no lo hiciera [4]. En marzo de 2018 las relaciones entre Washington y Ankara, un país clave tanto para la UE como para la OTAN, tocaron fondo debido a las divergencias en relación a Siria y la amenaza estadounidense de parar la venta de armamento al país otomano [5]. Meses después, en mayo de 2018, Trump anunció el traslado de la embajada de Estados Unidos a Jerusalén, un movimiento que los 28 Jefes de Estado de la UE trataron de evitar a toda costa [6]. Ese mismo mes, logró agotar la paciencia de la UE sacando a su país del Acuerdo Conjunto con Irán de manera unilateral.

La salida del pacto iraní fue especialmente dolorosa para la UE por varias razones, entre las que destacan la amenaza estadounidense de sanciones secundarias a las compañías europeas que operen en Teherán [7] y, además, el hecho de que Angela Merkel, Emmanuel Macron y Boris Johnson viajaron personalmente a Washington para pedirle al presidente, sin ningún éxito, que no tomara esta decisión.

Por si esta sucesión de agravios no fuera suficiente, hace pocos días Trump ha comenzado una auténtica guerra comercial con la UE al añadir aranceles del 25% a las importaciones de acero y del 10% a las de aluminio. De esta manera, como afirmó el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk: “Con amigos así, ¿quién quiere enemigos?” [8]

La hora de Europa

Si bien esta situación comporta riesgos evidentes para el proyecto europeo, también supone una oportunidad única para emanciparse y tener una política exterior independiente, que responda exclusivamente a los asuntos europeos.

Tradicionalmente, la Unión Europea se ha encontrado con dos obstáculos principales a la hora de diseñar una política exterior ambiciosa, coherente e integral: la falta de voluntad política y la dificultad de consenso entre los diferentes Estados miembros. Paradójicamente, Trump puede contribuir a cambiar esta situación y hacer más fuerte a la UE en sus intentos de desacreditarla. Si bien los estados europeos tiene miles de diferencias en diversos frentes, el rechazo a las políticas erráticas del presidente estadounidense parece constituir un punto de común acuerdo. De esta manera, hay un consenso general en temas como el pacto con Irán, el estatus neutral de Jerusalén, la importancia estratégica de Turquía, la relevancia del acuerdo de París contra el cambio climático o el rechazo a los aranceles y las políticas proteccionistas. Cabe destacar, en relación al último punto, que incluso el gobierno de Reino Unido, que tiene pie y medio fuera de la UE, ha criticado duramente la política de aranceles de Trump contra su socio europeo [9].

De esta manera, creemos que Europa debería aprovechar la coyuntura para ocupar los vacíos geopolíticos que Washington está dejando en zonas de importancia estratégica, especialmente Oriente Medio, y establecer una relación más activa y estrecha con los países de la región, con los que actualmente priman los vínculos institucionales o comerciales. Además, la UE debería hacer todo lo posible para mantener el acuerdo nuclear con Irán, cuya estabilidad es imperativa para que no se produzca una escalada armamentística en la región. Igualmente, podría asumir el liderazgo mundial junto a China en materia de lucha contra el cambio climático o paliar los efectos de una guerra comercial con EEUU estrechando los lazos con otros países afectados, como Canadá o México. Por último, debería ejercer el –muy difícil– papel de mediador entre palestinos e israelíes porque, sencillamente, Estados Unidos ha renunciado a ello y porque se trata de una región en riesgo permanente de conflicto a las puertas de la UE.

Para llevar a cabo todas estas ambiciosas medidas, el primer paso sería reformar la Política Exterior y de Seguridad Común, ampliando sus poderes, capacidades y financiación. Debido a la protección del paraguas de seguridad estadounidense, materializado en la OTAN, esta reforma ha sido siempre algo opcional. No obstante, la nueva situación puede convertir esta medida en una necesidad estratégica.

Pase lo que pase, parece evidente que la idílica relación transatlántica originada tras la Segunda Guerra Mundial va a cambiar. La confianza de los ciudadanos europeos en Estados Unidos se encuentra en mínimos históricos [10] e, incluso si el gobierno de Trump llega a su fin, Europa dejó hace tiempo de ser una prioridad para la política exterior estadounidense [11]. Por supuesto, resulta poco realista pensar que la amistad de tantos años se torne repentinamente en rivalidad. Probablemente, la cooperación en múltiples aspectos seguirá siendo fundamental para ambos actores, pero la desvinculación también se hará más acentuada con el paso del tiempo. Por todo ello, apostamos por una UE emancipada de Estados Unidos, con una política exterior independiente acorde a sus propios intereses y valores que muestren que es un actor internacional de primer orden por sí mismo.

 

Fernando Ruiz Granado. Antiguo alumno del Máster en Relaciones Internacionales del Instituto Universitario de Estudios Europeos.

 

[1] http://foreignpolicy.com/2018/05/11/rip-the-trans-atlantic-alliance-1945-2018/

[2] http://es.euronews.com/2018/04/29/trump-dice-que-la-ue-se-creo-para-aprovecharse-de-eeuu

[3]http://www.elmundo.es/internacional/2017/05/25/5927287aca4741cb4d8b45c4.html

[4] http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-40124921

[5]http://foreignpolicy.com/2018/03/19/the-u-s-alliance-with-turkey-is-worth-preserving/

[6]https://www.independent.co.uk/news/world/europe/jerusalem-latest-updates-eu-foreign-minister-donald-trump-us-embassy-move-tel-aviv-palestine-edited-a8097521.html

[7] http://money.cnn.com/2018/05/09/investing/iran-sanctions-europe-business/index.html

[8] https://www.eldiario.es/rastreador/presidente-Consejo-Europeo-Trump-enemigos_6_772082808.html

[9] https://www.bbc.co.uk/news/business-44357123

[10] http://www.pewglobal.org/2017/06/26/tarnished-american-brand/

[11] http://foreignpolicy.com/2018/05/11/rip-the-trans-atlantic-alliance-1945-2018/

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