En Justicia e Interior

– Dr. Ilke Toygür – 

El orden liberal que los Estados Unidos ha creado y tratado de mantener desde la Segunda Guerra Mundial está en peligro, no sólo por el aumento de las potencias no occidentales como China, sino también por el entusiasmo del presidente Trump por implementar su política de “America First”. Trump ha excluido a los Estados Unidos del Acuerdo de París, se ha retirado del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y ha abandonado el acuerdo nuclear con Irán. Además, está debilitando la Organización Mundial del Comercio, que ha sido una de las principales instituciones de relaciones económicas internacionales. Incluso ha definido a la OTAN como “obsoleta” y a la Unión Europea como un “rival”.

Según el presidente Trump, la política exterior es un juego de suma cero. En lugar de colaborar con la Unión Europea, él comulga más con los líderes iliberales fuertes y eso se ve reflejado en su voluntad de jugar a la política del poder. La pregunta clave aquí es si la existencia del presidente Trump es una distracción en la historia de Estados Unidos o si es la nueva normalidad. El problema principal es que la percepción del presidente Trump de la política exterior y su discurso “America First” también se hacen eco en la sociedad estadounidense. Thomas Wright explica en detalle en su artículo para The Atlantic que, mantener el “orden liberal internacional” nunca resonó con los votantes americanos. Como el presidente Trump es muy consciente de esta realidad, se siente cómodo defendiendo su posición en las relaciones internacionales y si hay un segundo mandato con él, las relaciones entre Estados Unidos y Europa pueden incluso empeorar. También es importante saber que esto no es necesariamente un fenómeno nuevo. Tanto el presidente Trump como el presidente Obama comprendieron que los ciudadanos estadounidenses ya no están dispuestos a luchar las batallas de los demás. Esto se refleja claramente en la constante llamada del presidente Trump a un aumento significativo del gasto europeo en seguridad y defensa en las reuniones de la OTAN.

Mientras las relaciones transatlánticas están en crisis por la falta de confianza, el mundo se ha vuelto aún más multipolar. Esta multipolaridad y los juegos de poder están causando incertidumbre. El surgimiento de China, como un ejemplo de milagro económico sin democracia, es un ejemplo destacado del desplazamiento del poder hacia Asia. Mientras, el vecino de la UE, Rusia, también está desafiando el orden mundial liberal como lo conocemos. Eso hace que la competencia geopolítica en regiones clave, como el Oriente Medio, se esté intensificando. Los poderes emergentes están (re)conquistando su lugar en la política internacional y desafían el liderazgo incuestionable de los Estados Unidos.

Si bien hay cinco países que integran los BRICS, los casos de China y Rusia son significativamente importantes para el Occidente. China, un gigante económico, tiene una estrategia a largo plazo. Por un lado, está aumentando significativamente su gasto en la investigación relacionada con la tecnología y la inteligencia artificial (AI), liderando el camino hacia el futuro. Por otro lado, también ha crecido su inversión en África, Asia y también en Europa del Este. Hoy los Estados de los Balcanes están mejor conectados gracias a las infraestructuras chinas. Las inversiones aumentan el poder blando de China, al tiempo que desafían el dominio occidental en las relaciones internacionales. Pronto, tener la política de ampliación como la mejor herramienta de política exterior no va a ser suficiente para la Unión Europea.

Como ejemplo reciente, en la reunión de los BRICS en Sudáfrica en julio de 2018, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan afirmó que “el sistema global actual no satisface a nadie más que a una minoría cuyos intereses han sido garantizados, y eso debería cambiar”. Esto es una percepción común entre las potencias emergentes, y por lo tanto es muy probable que se mantengan desafiando al orden de post Segunda Guerra Mundial hasta que se cree un sistema de gobernanza multipolar en el siglo XXI. Es importante subrayar que la reestructuración del mundo también está muy relacionada con la personalización de la política. Con el neo-autoritarismo en aumento, los líderes fuertes están socavando las instituciones y las alianzas tradicionales. Esto es un hecho no sólo en las potencias emergentes, sino también en Europa y Estados Unidos.

Mientras tanto, la Unión Europea atraviesa una serie de desafíos existenciales. La entidad política de 28 miembros, que pronto serán 27, ha sufrido crisis multifacéticas durante la última década. Incluso si la crisis económica comenzó a convertirse en un problema del pasado, la migración irregular la ha reemplazado, al tiempo que alimenta una crisis de identidad. Los ciudadanos que se ven perjudicados por la globalización apoyan cada vez más los movimientos contra el establishment en Europa. Se han producido cambios profundos desde la crisis financiera mundial de 2008. Como afirma Francis Fukuyama en su artículo en Foreign Affairs, las políticas liberales diseñadas por la elite occidental causaron enormes recesiones, un alto desempleo y una caída de ingresos para muchos, desacreditando al sistema en su conjunto. Gracias a todo esto, el populismo y el autoritarismo se están convirtiendo en problemas existenciales con las elecciones al Parlamento Europeo a la vuelta de la esquina, amenazando a la Unión Europea hasta en los países de su núcleo duro.

En estos momentos de grandes cambios en el mundo, la Unión Europea debería dejar de mirar a su ombligo constantemente. Aunque la protección de las fronteras se ha convertido en la prioridad de la Unión después de la crisis migratoria, no se ha creado una política exterior en común. La redefinición de Frontex como Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas y el establecimiento de la Cooperación Estructurada Permanente (PESCO) se han movido en esta dirección, pero todavía les falta contenido. Sin embargo, cualquier paso hacia una mayor integración de la política de seguridad y la definición de estrategias comunes en la política exterior se ven obstaculizadas por el creciente nacionalismo en la UE. La inexistencia de una política exterior común tiene como consecuencia la incapacidad de desempeñar un papel significativo en casos de crisis externas. Si la Unión Europea sigue así, será muy difícil que pueda determinar las políticas para el siglo XXI en un mundo cambiante. La necesidad es, por lo tanto, urgente: la Unión Europea necesita crear cuanto antes su política exterior común pensando en el futuro. Si al final no lo puede hacer con 27 miembros, debería empezar a plantear la integración diferenciada, o la Europa de diferentes velocidades – como sugirió Jean-Claude Juncker en su White Paper en 2017, y seguir avanzando con los países que quieran.

Dr. Ilke Toygür. Analista, Real Instituto Elcano .

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