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– Patricia Cirez – 

Cooperación, colaboración y cohesión son tres sustantivos de raíz latina, que llevan implícitos dos conceptos vertebradores de las acciones que de los mismos se derivan: solidaridad y unidad. Si la solidaridad asegura la cohesión, la unidad hace que la cooperación y colaboración se traduzcan en resultados tangibles en términos de mayor desarrollo, prosperidad e igualdad dentro de la Unión Europea, potenciando una mayor capacidad de respuesta ante situaciones imprevistas de especial gravedad.

La indeseada y rápida expansión del coronavirus ha tensionado como nunca las costuras del proyecto europeo de integración, entre otras razones, porque se ha producido en un momento de redefinición del orden mundial surgido tras la Segunda Guerra Mundial.

La confianza, la solidaridad y la unidad de acción entre las Instituciones europeas, entre estas y los Estados miembros y entre estos últimos son absolutamente fundamentales para afrontar una pandemia que es global y cuya respuesta, por tanto, ha de tener por objetivo que la Unión Europea, principal baluarte del orden multilateral, salga reforzada.

Como toda crisis lleva aparejada una oportunidad, y esta vez no tiene porqué ser diferente, ahora es el momento de elevar la ambición de la política europea; pero teniendo en cuenta qué es lo que puede hacer la Unión Europea según sean sus competencias exclusivas, compartidas o de coordinación, y según sea el nivel desarrollo normativo de las primeras.

Desde esta perspectiva, se pueden extraer fundamentalmente dos lecciones acerca de cómo la Unión Europea ha respondido ante, en primer lugar, el primer pico de la pandemia durante el final del invierno y buena parte de la primavera; y, en segundo lugar, los sucesivos rebrotes con el consiguiente agravamiento de la situación sanitaria a lo largo del periodo estival, si bien de manera desigual entre los Estados miembros.

La primera lección es que la respuesta europea ha sido más contundente y, por tanto, con mayores efectos inmediatos, en aquellas áreas donde la Unión tiene competencia exclusiva, como la política monetaria de los Estados miembros cuya moneda es el euro. Ante un shock tan fuerte como inesperado de demanda, la acción del Banco Central Europeo, con su programa de compra masiva de deuda de más de 750.000 millones de euros, ha sido clave para la estabilización de los mercados.

La actuación del Banco Central Europeo fue acompañada de, por un lado, una aceleración inédita del proceso decisorio por parte de los colegisladores europeos, el Parlamento Europeo y el Consejo, que fueron capaces de aprobar en poco más de un mes (abril) el primer gran paquete de ayudas, consistente en el desbloqueo de fondos estructurales por valor de 37.000 millones de euros. Un paquete que fue posteriormente reforzado con nuevas medidas que, entre otras cuestiones, facilitaron las transferencias entre fondos y el aumento de la tasa de cofinanciación hasta el 100%.

La respuesta europea ha sido más contundente y, por tanto, con mayores efectos inmediatos, en aquellas áreas donde la Unión tiene competencia exclusiva

Por otro, una flexibilización de la normativa de ayudas de Estado que, como la política monetaria, también es competencia exclusiva de la Unión Europea. Una flexibilización que permitió a los Estados miembros adoptar sus respectivos esquemas de apoyo para el mantenimiento tanto de la actividad económica, mediante moratorias, avales y líneas de crédito, como del empleo, a través del recurso a lo que en España se denominan los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE).

Aun con todo, la profundidad de la crisis económica, tornada en crisis de liquidez, solvencia y social, exigía más ambición en la reacción económica europea entre otras cuestiones, porque no todos los Estados miembros tenían y tienen el mismo margen fiscal y se corría el riesgo de generar distorsiones de la competencia en el mercado interior. Un riesgo que está en el origen tanto del programa SURE de ayuda al empleo o la línea precautoria del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), como de la que ha sido la mayor inyección de financiación europea acordada hasta la fecha: el Plan Europeo de Recuperación dotado con 750.000 millones de euros, para cuya captación la Comisión Europea se endeudará por primera vez en su historia.

Esta decisión se ha calificado como “momento hamiltoniano” o de germen de un Tesoro europeo. No es para menos. Es también la primera vez que todos los Estados miembros, pese a la fuerte resistencia inicial de algunos, aceptaron endeudarse de manera coordinada y conjunta. Una deuda que, sin lugar a dudas, habrá que pagar, porque de lo que se trata es de dejar como herencia a las generaciones actual y futura una Unión Europea más solvente, más ágil y con mayor capacidad de respuesta ante un mundo, cuya única certidumbre es la incertidumbre.

Efectivamente, allí donde sí tiene competencias ejecutivas en exclusiva, la Unión Europea ha sido capaz de actuar con diligencia y lo sigue haciendo. Sin embargo, en las áreas de competencia compartida con los Estados miembros, como el mercado interior, es donde ha sido considerada más lenta y hasta dubitativa. Lo mismo ha ocurrido a la hora de calificar las medidas adoptadas en las áreas donde la Unión solo puede proponer acciones de coordinación, y que se han revelado como absolutamente esenciales, como la salud pública, el turismo, la cultura o la protección civil.

La Unión Europea ha sido capaz de actuar con diligencia y lo sigue haciendo donde tiene competencias ejecutivas en exclusiva

Cuando se analiza en mayor profundidad cuál ha sido la respuesta europea más allá del terreno económico, se ve cómo la Institución garante del interés general europeo y que tiene el derecho de iniciativa en exclusiva, es decir, la Comisión Europea sí ha estado a la altura, en tiempo y en forma. Al igual que lo ha estado el Parlamento Europeo, pero no tanto el Consejo de la Unión Europea y el Consejo Europeo, compuestos ambos por los Estados miembros.

Un ejemplo concreto es la falta de coordinación de las medidas de restricción de movimientos, lo cual supone un golpe en la línea de flotación del principio de libre circulación, tensionando el Espacio Schengen hasta anularlo de hecho en la práctica. Pese a que la Comisión Europea cumplió con su responsabilidad al proponer el 4 de septiembre una Recomendación al Consejo para coordinar dichas medidas restrictivas, el Consejo, aun reconociendo la idoneidad de la propuesta, está lejos de llegar a un consenso. El resultado es una descoordinación que contribuye a la fragilidad de la recuperación económica por la falta de claridad e incertidumbre adicionales que genera para el conjunto las empresas, trabajadores y ciudadanos en general.

En consecuencia, la segunda lección de esta crisis en la que todavía está inmersa la Unión Europea, es que existe un margen muy amplio no tanto para ampliar sus competencias, porque supondría una reforma de los Tratados, como para ejercer mejor las que ya tiene, bien sea exclusivas, compartidas o de coordinación; empezando por una adecuada ejecución del Plan Europeo de Recuperación a todos los niveles y, muy especialmente, de los Estados miembros, incluida España.

Patricia Cirez Miqueleiz, Jefa de Asuntos Europeos y Delegada Permanente de la CEOE ante la UE.

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