– Corina Popa –
Existe un acuerdo generalizado en que es necesario reducir enormemente las emisiones de CO2 si queremos evitar los extremos del cambio climático. Lo que es seguro es que lograr net-cero requerirá un cambio fundamental en muchos aspectos de nuestras vidas: cómo calentamos o enfriamos nuestros hogares, cómo alimentamos nuestros aviones, trenes y automóviles y cómo generamos electricidad sin contaminar la atmósfera. En otras palabras, una transición a la energía limpia. Motivar, aplicar y financiar estos cambios es un desafío esencial para la UE, especialmente mientras su atención se ve desviada a cuestiones inmediatas y urgentes, como la pandemia COVID-19 con sus desastrosos efectos o las negociaciones del Brexit con las dos partes en posiciones muy alejadas sobre la normativa europea en medio ambiente. Sin embargo, la UE está decidida a capear esta crisis con éxito, como lo ha hecho con las anteriores, e incluso asumir el liderazgo en el proceso de lucha contra el cambio climático.
En términos de política de cambio climático, la UE se ha movilizado rápidamente. Fue la primera economía importante en establecer un marco jurídicamente vinculante para cumplir sus promesas del Acuerdo de París, con los objetivos del 2020 ya alcanzados y el objetivo de 2030, todavía en vigor, de reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en al menos un 40 % en comparación con 1990. El último instrumento clave, el Acuerdo Verde Europeo, es una ambiciosa hoja de ruta para hacer sostenible la economía de la UE en todos los frentes. En el marco de la nueva propuesta de regulación anunciada en marzo de 2020, fija el objetivo de la UE para 2050 de convertirse en el primer continente neutral climáticamente.
La energía y el cambio climático son dos ámbitos en los que la UE y los Estados miembros tienen competencias compartidas[1] . Esto significa que la UE y los Estados miembros pueden legislar y aprobar actos jurídicamente vinculantes. Los Estados miembros pueden ejercer sus propias competencias, salvo que la UE haya formulado y aplicado políticas y estrategias sobre energía y cambio climático[2] . En este marco, todas las propuestas legislativas y presupuestarias pertinentes de la UE están alineadas con dichos objetivos, incluido un Fondo de Transición Justa (aumentado de 7.500 millones a 40 mil millones de euros) y un Plan de Inversiones para Europa Sostenible de 1tn euros.
El Acuerdo Verde Europeo, es una ambiciosa hoja de ruta para hacer sostenible la economía de la UE en todos los frentes
En cuanto a la transición energética, la UE ha establecido prioridades como la adopción de políticas transformadoras para de-carbonizar los sectores del transporte, la industria y la construcción, preparar el sistema eléctrico para un aumento sustancial de las energías renovables, así como la investigación y la innovación para las tecnologías con bajas emisiones de carbono.
Además, la UE tiene la intención de poner las necesidades sociales de las personas a la vanguardia, fomentando la inclusión social y la participación. Se puede hacer partícipes a los ciudadanos individualmente o en los ámbitos local, municipal, regional, nacional y europeo, pero las administraciones locales, a menudo, son las más cercanas a ellos. Tienen muchas posibilidades para involucrar a un mayor número de ciudadanos a través de acciones ascendentes y movimientos como el “Pacto entre Alcaldes para el Clima y la Energía” y el “Pacto Europeo por el Clima”.
Como desafíos a sus planes, la UE tiene que reforzar su estrategia de seguridad energética durante la fase de transición y también lograr un mercado interior de la energía plenamente integrado, que se considera igualmente una prioridad.
La financiación es siempre un obstáculo. El 23 de abril de 2020, el Consejo Europeo propuso un paquete de rescate de 540.000mn de euros para responder a la pandemia y a un plan de recuperación denominado Next Generation EU de 750.000mn €. En este contexto, la Comisión propuso un presupuesto de siete años de la UE (2021-2027) de 1.850.000mn de euros, que se debatió junto con el fondo de recuperación, el 19 de junio a través de una videoconferencia.
El tenso debate entre los Estados «frugales» septentrionales de la UE y los países del Sur puso a prueba las negociaciones, debido a la cantidad, la distribución y las condiciones de estos paquetes (por ejemplo, subvenciones frente a préstamos), sin embargo, en la reciente cumbre de Bruselas se declaró todo un éxito al haber sido aprobado este fondo de proporciones históricas (casi el doble de lo que se planteó este mismo año en enero[3]) para la lucha contra la crisis económica causada por el coronavirus y una recuperación ecológica y sostenible.
La UE tiene que reforzar su estrategia de seguridad energética durante la fase de transición y también lograr un mercado interior de la energía plenamente integrado
Está claro que, por parte de la UE, existe voluntad política para avanzar y se nota, sobre todo, en situaciones de crisis como esta. Los planes y estrategias ya están en marcha. Proyectos como el Acuerdo Verde Europeo tienen un potencial considerable para reconstruir la economía de una mejor manera y crear un modelo mejorado de prosperidad y sostenibilidad ambiental después de COVID. Creo firmemente que no hay mejor momento que ahora para convertir estos planes en acciones e inversiones.
La crisis COVID-19 ha demostrado la capacidad del mundo para reaccionar ante una amenaza existencial y adoptar medidas estrictas en un corto tiempo, así como ha puesto de relieve el papel de los gobiernos y los científicos en el manejo de la crisis. El Green Deal que liderará la transición ecológica en Europa tiene la oportunidad de incorporar las lecciones aprendidas de la pandemia, así como de proponer respuestas estratégicas que contribuyan al cambio del modelo político, económico y social. Las inversiones masivas que se están planificando no sólo apuntan a una recuperación a corto plazo, sino que tienen como objetivo desencadenar otro modelo europeo: más resiliente, más asertivo e inclusivo. Cada uno de estos objetivos reside en una economía construida de manera sostenible. En realidad, la transición de las energías limpias, la protección de la biodiversidad o la construcción de mecanismos de adaptación al cambio climático tienen el potencial de generar rápidamente empleos, crecimiento y mejorar los estilos de vida de los ciudadanos. Todos estos resultados son muy necesarios a raíz de la pandemia y muestran que ambas crisis tienen muchas sinergias que se pueden aprovechar.
Es complicado predecir con precisión las implicaciones de las crisis actuales en las políticas de la UE relacionadas con el clima y la energía, especialmente en un escenario en constante cambio como el actual. Sin embargo, creemos que una crisis es a veces el mejor catalizador para el cambio y que la UE necesita trabajar con otras naciones en todos estos frentes. La recompensa no es una pequeña hazaña: mantener y salvaguardar nuestro planeta y el mundo natural tal como lo conocemos.
Listado de referencias
[1] Artículo 4 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea.
[2] Artículo 2, apartado 2, del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea.
[3] Se destaca el hecho de que el presupuesto plurianual se dobló hasta el 2% del PIB, cuando el 1% era un límite que algunos Estados no estaban dispuestos a cruzar hasta hace poco.
Corina Popa, alumni del Máster Universitario en Relaciones Internacionales y Project Manager en DT Global.