En Ciudadanía, Educación, Cultura, Principios y Valores

-Pablo Pérez –

El deterioro del Estado de Derecho, el manoseo de los valores fundacionales y la perversión narrativa en algunos países de la Unión Europea parece claro. La respuesta de las instituciones ante algunos atropellos, mientras tanto, se percibe suave, tardía y poco efectiva.

Vemos como el significado de ciertos valores que presuponemos comunes pierde comba en algunos rincones de la UE. Basta con calificar de ‘valores europeos imaginarios’ y hablar de ‘doble rasero’ -cuando las instituciones arrancan procedimientos de infracción- para erosionar la credibilidad del proyecto europeo en determinados grupos sociales. Mientras, los que viven de la inmediatez, hablan de debilidad de la UE. Por su parte, cuando miran a la UE en busca de respuestas, parece que ésta gira la cabeza. Pero no es así.

La gran mentira que nos hemos creído es que los valores fundacionales de la UE ya no son comunes. Que los defensores de la dignidad, la libertad, la democracia, la igualdad y el Estado de Derecho son una minoría. Que el respeto a los derechos humanos es una milonga… Y que todos y cada uno de estos valores no se defienden en el seno de las instituciones europeas.

La estrategia narrativa política se basa, en parte, en repetir hasta la saciedad términos -que señalan valores y derechos que aceptábamos como compartidos- para que los ciudadanos lo asocien a tus siglas o tu persona. Y en la polarización de cara a la galería que practicamos, si es de ‘uno’ significa que ‘el otro’ está en contra. Cuando lo que se manosean son conceptos como ‘libertad’, DDHH o el respeto al Estado de Derecho, lo que se erosiona es la confianza ciudadana. El ‘apropiarse de la bandera’ trasladado al lenguaje político. Lo común para uso partidista.

Esto influye en cómo recibimos las violaciones reales de esos derechos y valores en algunos rincones de la UE. Influye en cómo creamos montañas de granos de arena y convertimos en granos de arena lo que sí que son montañas. En cómo chillamos cuando los atropellos los hace el otro y susurramos cuando es de los nuestros.

La realidad, analizada de manera global, es bien distinta. Los derechos que damos por seguros no están en riesgo en la UE. ¿Sufren? Sin duda. ¿Hay ataques frontales? Tantos como mecanismos para proteger a los ciudadanos. La UE es un proyecto muy garantista desde el punto de vista legal. Todo está en los tratados. Cada acción, iniciativa y empujón hunde sus raíces en los textos aprobados y refrendados por los países de la Unión. Desde usar los acuerdos comerciales para empujar avances en derechos humanos o protección medioambiental, hasta los procedimientos de infracción contra los países miembros que deciden incumplir lo acordado.

Confundimos mucho, eso sí, rapidez con fortaleza. Que la UE sea garantista significa también que los procedimientos hay que cumplirlos. Que los pasos no pueden ser saltos y que no se puede obviar el proceso. Es en la generación de expectativas donde arrancan los problemas de cara a la percepción ciudadana. Las reacciones ante lo que consideramos falta de fuerza de las instituciones europeas demuestran que la gente quiere una Europa potente y segura de sí misma. La clave es encontrar el equilibrio entre rapidez y potencia. Y ahí el papel de la comunicación institucional es clave.

Porque confundimos también diplomacia con comunicación.

Abandonar la fábrica de eslóganes se antoja fundamental. Volver a la información practica y útil para medios y ciudadanos, necesario. Explicar, de camino, procesos, pasos y toma de decisiones es el gran reto.

Más aun en estos tiempos de poca cintura, poca paciencia y mucho postureo político. La UE se ha sustentado durante años en la capacidad de dialogo, acercamiento y persuasión cuando las cámaras no miran. En cintura y paciencia política. En medir tiempos a puerta cerrada. En llamar y hablar cara a cara. Con negociadores y estrategas que, jugando con el respeto que proyectan (o proyectaban) y la cercanía que practican (o practicaban), eran capaces de llevarte a su terreno. De arrancarte acuerdos. Dentro y fuera de la UE.

Una Unión practica y pragmática asegura el presente del proyecto. Una Unión de valores, asegura el futuro.

Trump llego a calificar a Juncker de “tough cookie”. Algo así como “un hueso duro de roer”. A Borrell lo hemos visto hace no mucho subiendo una montaña (literal) con el presidente esloveno. La excusa: el inicio de la presidencia rotatoria. La realidad: pura diplomacia. Buscar el acercamiento de posturas. Es ahí donde la personalidad juega un papel clave. Donde no se trata de vencer, sino de escalar juntos. Donde el objetivo sigue siendo común y, aunque se vea complicado de alcanzar, hay que seguir caminando. Hay que seguir moviéndose. Hay que ir quemando etapas.

Dar la espalda, cerrarse en banda, romper relaciones…. todo eso son líneas quasi rojas del lenguaje diplomático europeo. La apuesta es siempre por la insistencia. Por encontrar en lo que se puede avanzar juntos y agarrarse a ello con fuerza.

El problema llega cuando hay que dar la cara, confundes -ahora institucionalmente- el lenguaje diplomático con la comunicación y sueltas un ‘deeply concerned’. Ahí demuestras que no has entendido las diferencias abismales entre uno y otro. Que estás lejos de la gente y los tiempos. La ciudadanía busca saber lo que vas a hacer al respecto. Y no puede ser ‘analizar la situación’ sino los pasos que vas a dar para atajar el conflicto. Estás ‘deeply concerned’ y analizando la situación desde hace tiempo desde un punto de vista político y diplomático. Repetir el mantra a la prensa y ciudadanía, desde el punto de vista de comunicación, es coger el camino fácil. El no hacer mucho ruido vaya a ser que ‘ese país del que usted me habla’ se enfade.

Para cada tiempo político y social hay una estrategia diferente. La cintura diplomática no es tan prominente cuando toca hablar con los medios. Pero no olvidemos que detrás de las instituciones europeas hay personas. Y políticos. Y sus competencias y capacidades influyen mucho en el devenir de la comunicación – no solo del proyecto europeo.

Lo que no hay que olvidar es que la UE es y será lo que los gobiernos de sus países miembros quieran que sea (y lo que empujen sus Instituciones). Correrá si ellos corren. Frenará si ellos frenan. Pero hay algo que parece sellado en piedra: los gobiernos cambian, los valores -sobre los que se fundó la Unión Europea- no.

Una Unión practica y pragmática asegura el presente del proyecto. Una Unión de valores, asegura el futuro.

Pablo Pérez, consultor de comunicación.

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