En Ciudadanía, Educación, Cultura, Otra Políticas de la UE, Política Exterior y de Seguridad, Principios y Valores

-Rita Fernández Vela-

El panorama internacional actual es complicado y delicado. No es solo el hecho de que la invasión rusa de Ucrania, a las puertas de la Unión Europea, lleve una duración de más de dos años. Tampoco es solamente la respuesta de Israel en Gaza, propiciada por los ataques de Hamás el 7 de octubre de 2023, y la consecuente inestabilidad en Oriente Medio. Ni mucho menos son las elecciones estadounidenses que se celebrarán en noviembre de 2024, que influirán en las relaciones con la Unión Europea.

Lo que realmente me preocupa es si la Unión Europea está preparada o no para afrontar un futuro incierto y para seguir defendiendo sus valores ante situaciones como las nombradas anteriormente.

Bastaría con echar una mirada atrás para darnos cuenta de por qué – y sobre todo, para qué – se construyó la actual Unión Europea. La mayoría de jóvenes europeos hemos tenido la inmensa fortuna de nacer y crecer en Estados con un sistema democrático basado en los valores europeos del artículo 2 del TUE, donde la palabra “guerra” era algo lejano a nuestra realidad.

Desgraciadamente, eso no fue siempre así. De ahí el nacimiento de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), en 1951, que fue el primer eslabón de lo que hoy es la Unión Europea. La CECA pretendía alejar el pasado de la guerra en Europa a través de la puesta en común de la producción del carbón y del acero – componentes esenciales en la industria armamentística – por parte de Alemania y Francia, bajo la gestión de una Alta Autoridad. Esa puesta en común del carbón y del acero evitaría que cualquiera de los dos pudiese atacar al otro o iniciar una guerra en suelo europeo. A estos dos países se unieron otros cuatro (Italia, Luxemburgo, Bélgica y Holanda) que compartían el mismo principio reconciliatorio, pero sobre todo la misma visión de futuro: un futuro caracterizado por la paz, la cooperación, la democracia, donde se dieran unas condiciones favorables para el crecimiento económico y sobre todo para la futura adhesión de otros países europeos.

¿Somos conscientes del esfuerzo que hicieron los seis países fundadores para crear la CECA? Lo que empezó siendo una alianza para evitar conflictos bélicos y fomentar el desarrollo económico, seguiría con la firma de los Tratados de Roma en 1957, constituyendo la Comunidad Económica Europea (CEE) y la Comunidad Europea de la Energía Atómica (CEEA o Euratom), sumando a los objetivos anteriores el sueño de crear un mercado común – en un futuro, un mercado único – entre los Estados miembros.

Sin embargo, la economía no era el único de los intereses de los seis fundadores:  ya con anterioridad a la firma de los Tratados de Roma se temía por la seguridad en sus territorios. Desgraciadamente, la CECA no era suficiente para garantizar la paz, ni tampoco para expandir los valores democráticos al resto del continente europeo. De esta búsqueda de seguridad nació el Plan Pleven, firmado en 1952, con el fin de crear un ejército europeo – aunque la idea fracasó unos años más tarde por la negativa francesa –. A día de hoy no gozamos de autonomía en el ámbito de la seguridad y la defensa, a pesar de los esfuerzos que se han intentado hacer en los últimos años con la Brújula Estratégica, por ejemplo.

De aquí se deduce que la historia es cíclica: las necesidades que tenían algunos de los países europeos hace más de setenta años no eran muy distintas a las que tenemos en 2024. También invita a plantearse qué hacer con la falta de autonomía de la Unión Europea en el ámbito de la defensa o si es suficiente con la pertenencia a la OTAN de la mayoría de Estados miembros de la Unión Europea – que no todos –, con la enorme dependencia de Estados Unidos que esto supone.

Sí, las condiciones han cambiado: ya no son solo seis países, ahora somos veintisiete. Tampoco se trata ya solo de un mercado único, sino que ese proyecto que hoy es nuestra Unión Europea es mucho más: es un estilo de vida común basado en valores que debemos defender y expandir más allá de nuestras fronteras. A ello se le suma la gestión de diversas políticas – en exclusiva o de manera compartida con los Estados miembros – como la inmigración, la agricultura o la pesca, entre muchas otras.

Estoy convencida de que todos y cada uno de los europeos tenemos una idea de qué Unión Europea queremos para nuestro futuro. Cada grupo político presente en el Parlamento Europeo tiene una visión distinta sobre el papel que debe jugar la Unión Europea en el tablero internacional y europeo: en el ámbito migratorio, en el de la defensa, en el económico, en el social, e incluso en el de la posible futura ampliación.

Es por ello que le invito a ir votar este domingo 9 de junio: es fundamental que exprese su opinión sobre qué rumbo debe tomar la Unión Europea en un panorama incierto y cambiante como el actual. Y, sobre todo, le animo a parar y recapacitar sobre las siguientes palabras: en su famosa declaración de 1950, Robert Schuman dijo que Europa no se construyó y hubo la guerra. Ahora que Europa – o, mejor dicho, la Unión Europea – está construida, ¿será capaz de evitarla?

Rita Fernández Vela, alumni del Máster en Relaciones Internacionales

Este artículo se incluye dentro de la Cátedra Jean Monnet “European Union’s external relations and Spanish Foreign Policy”.

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