-Ricardo Ruiz de la Serna-
El pasado mes de octubre, en Estrasburgo, Víctor Orbán dijo que «he venido a dar la voz de alarma». Se trataba del discurso que presentaba el desarrollo del programa de la presidencia húngara del Consejo de la Unión Europea. El primer ministro incidió en tres aspectos cruciales de la agenda a la que se ha dedicado Budapest desde el mes de junio de este año: mejorar la competitividad mediante un nuevo pacto europeo, organizar las cumbres de los países del espacio Schengen sobre inmigración y control de las fronteras e impulsar la entrada de Bulgaria y Rumanía a dicho espacio. En los tres asuntos, la presidencia húngara ha sido un éxito.
Budapest llegaba a la presidencia concluyendo el ciclo rotario que inició España en 2023 y que continuó Bélgica en el primer semestre de 2024. Hungría ya presidió el Consejo en 2011. Algunos de los políticos más experimentados han participado, de nuevo, en esta presidencia, que se ha desarrollado en circunstancias extraordinarias tanto por la proximidad de las guerras de Ucrania, Gaza, el Líbano y siria como, entre otras cosas, por el retroceso que la Unión sufre frente a sus competidores globales, el riesgo de otra crisis humanitaria en el Mediterráneo, desastres naturales y unas cadenas de suministros mundiales cada vez más vulnerables. Ha sido, además, un periodo de renovación del Parlamento Europeo de la Comisión Europea de modo que el periodo de transición también se ha desarrollado bajo la presidencia húngara.
El Consejo ha logrado un avance decisivo en materia de competitividad gracias a la adopción el pasado 8 de noviembre de la Declaración de Budapest, que fija las líneas maestras del fortalecimiento de la competitividad durante el próximo ciclo institucional. La Declaración identifica doce áreas de actuación prioritarias; entre ellas, el fortalecimiento del mercado único y el relanzamiento de la política industrial, la innovación y la financiación.
El espacio Schengen se ha extendido con la entrada de Bulgaria y Rumanía, cuyos controles fronterizos terrestres se suprimirán el próximo 1 de enero. También se ha avanzado en la ampliación de la Unión Europea a los Balcanes Occidentales. Se ha avanzado tanto en lo que se refiere a Montenegro y Serbia como en lo relativo a Albania.
No han sido, sin embargo, los únicos asuntos de la presidencia. El 9 de diciembre pasado los ministros de Agricultura de los Estados miembros adoptaron las Conclusiones del Consejo sobre el futuro de una Política Agrícola Común post 2027, cuyo objetivo es garantizar la seguridad alimentaria.
También se han producido avances en lo referente a la Comunidad Política Europea, cuya cumbre reunió el 7 de noviembre a 48 delegaciones que comprendían 42 jefes de Estado y de Gobierno, los presidentes del Consejo Europeo, la Comisión Europea y el Parlamento Europeo, así como el secretario general de la OTAN, el secretario general del Consejo de Europa y representantes de la OSCE. Resulta de especial interés histórico el encuentro entre líderes griegos, turcos y chipriotas. Es significativo que la próxima cumbre será en Tirana (Albania) el 16 de mayo de 2025.
En materia de derechos humanos, la presidencia húngara del Consejo de la Unión Europea ha impulsado la aprobación de la Declaración sobre el apoyo a la vida judía y la lucha contra el antisemitismo.
Durante la presidencia húngara, se ha fijado la prioridad de afrontar los desafíos demográficos que se presentan a los países europeos, lo que reviste una singular importancia para España. Solo a modo de recordatorio, el I Barómetro Demográfico CEU-CEFAS de 2020 ya advertía que «la fecundidad española, de ser de las más altas de Europa (2,77 hijos por mujer en 1976), es hoy de las más bajas (1,26 hijos por mujer en 2018 en total, y apenas 1,20 las mujeres de nacionalidad española)».
Dados los conflictos que se están produciendo en las inmediaciones de la unión, e incluso en el propio continente europeo, la presidencia húngara se ha dedicado a tres aspectos de la Política Común de Seguridad y Defensa: fortalecer la capacidad de respuesta militar y de gestión de crisis de la Unión, aumentar la eficiencia de su desarrollo militar y reforzar la base tecnológica e industrial de defensa europea.
Durante esos seis meses, en toda la Unión se han celebrado reuniones, encuentros y actos culturales. Sólo en España, ha habido más de cien, lo que da una media superior a uno cada dos días. La actividad ha sido frenética y los frutos ya pueden recogerse. Algunas de las prioridades que ha anunciado la presidencia polaca, que comenzará el 1 de enero de 2025, ya se han sentado en este semestre que ahora termina.
Ricardo Ruiz de la Serna es profesor de Historia del Mundo Actual (USP-CEU)