En Justicia e Interior

– Enrique Fanjul –

Estados Unidos y la Unión Europea llevan negociando desde el año 2013 el TTIP (Trasatlantic Trade and Investment Partnership). Se trata de un acuerdo que tiene como objetivo crear una zona de libre comercio trasatlántica, mediante la eliminación total de los aranceles al comercio y una profunda reducción de las barreras no arancelarias, en especial las que se derivan de diferencias regulatorias.

A mediados de julio se celebrará en Bruselas la décima ronda de negociaciones. El TTIP significaría la creación del mayor espacio de libre comercio del mundo, un espacio que en la actualidad representa un 60% del PIB mundial y 800 millones de personas. Para España en particular, el TTIP puede tener implicaciones significativas. Sin embargo, llama la atención el escaso debate que ha suscitado en nuestro país –con algunas excepciones-, la ausencia de análisis sobre el impacto que podría tener sobre la economía española.

Algunos han cuestionado la propia necesidad del TTIP, puesto que los aranceles al comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea ya son muy bajos. A este respecto hay que señalar que, aunque el promedio de los aranceles aplicados es efectivamente bajo, sin embargo sí es significativo en determinados tipos de productos.

En todo caso, el TTIP pretende impulsar el comercio no tanto mediante la reducción o eliminación de aranceles, aspecto en el que el margen de actuación es limitado, sino a través de la reducción de barreras no arancelarias, mediante la armonización de los aspectos regulatorios que afectan el comercio de bienes y servicios. En los aspectos regulatorios sí existen diferencias apreciables entre uno y otro lado del Atlántico en numerosos sectores. La UE y Estados Unidos aplican, por ejemplo, normas diferentes sobre la seguridad de los automóviles, los productos farmacéuticos, los productos alimentarios. Un automóvil fabricado en Europa tiene que cumplir requisitos de seguridad distintos a los de un automóvil fabricado en Estados Unidos; la armonización de estos requisitos facilitaría el comercio de automóviles entre los dos lados del Atlántico.

Cuanto más se avance en la armonización regulatoria, más se verá favorecido el comercio. Pero existe el convencimiento de que hay diferencias insalvables, al  menos a corto y medio plazo, y que hay una serie de sectores en los que la armonización no será posible, o tendrá un alcance modesto. Europa es más restrictiva que Estados Unidos en cultivos transgénicos, el uso de hormonas para el ganado, la protección de datos, el fracking, la normativa laboral, etc. Para tranquilizar a los sectores sociales que se oponen al TTIP, la Comisión Europea ha insistido en que se conservará la autonomía regulatoria en todos aquellos temas que se considere necesario.

 

Algunos de los puntos más contenciosos

  • El ISDS (Investor State Dispute Settlement): mecanismo de arbitraje al que podrían recurrir las empresas que se consideraran perjudicadas en sus inversiones por decisiones de los gobiernos. Los críticos señalan que fortalecería el poder las grandes multinacionales en detrimento de los gobiernos. Es una crítica en principio exagerada: todo dependerá de cómo se regule el ISDS.
  • Compras públicas. En ambos lados, pero especialmente en Estados Unidos, se favorecen a las empresas nacionales en las compras públicas, a través de mecanismos directos o encubiertos.
  • Industrias culturales. Es uno de los temas más sensibles en Europa, con un sector que goza de un alto grado de proteccionismo, que quiere mantener. Europa ha señalado que el sector audiovisual, entre otros, quedará al margen del acuerdo. La Comisión Europea ha insistido en que los países mantendrán sus sistemas de ayuda a sus industrias cinematográficas.
  • Denominaciones de origen. Es un tradicional campo de batalla entre la UE y Estados Unidos (y otros países). Europa quiere que denominaciones como champagne, jamón de Parma o vino de Jerez queden restringidas a los productos de estas zonas. Estados Unidos mantiene que estas denominaciones se han convertido en denominaciones de uso general.
  • Servicios financieros. La Comisión Europea defiende un mayor grado de liberalización, mientras que Estados Unidos quiere mantener un estricto sistema de regulación.
  • Protección de datos y privacidad. Tras las revelaciones de los últimos meses sobre espionaje de la NSA, éste se ha convertido en uno de los puntos más difíciles en la negociación.

 

Es llamativo el escaso interés y debate que el TTIP ha suscitado en España. El gobierno apenas ha impulsado actividades para difundir el conocimiento y la discusión del acuerdo. Que se sepa, no se han publicado todavía estudios sobre el impacto que tendría sobre la economía española, su crecimiento, el empleo, los sectores más beneficiados o perjudicados, etc.

Y la escasa discusión pública que se ha producido ha estado dominada por los sectores sociales tradicionalmente opuestos al libre comercio. Los críticos han “denunciado” que el acuerdo se está negociando en secreto, que el objetivo es favorecer a las multinacionales, las consecuencias serán una rebaja de los niveles sociales y laborales, así como de la protección medio ambiental. El TTIP abrirá además puertas para que servicios públicos sean privatizados. Según señaló una organización sindical, los tratados de libre comercio “significan en la práctica un golpe de Estado de las multinacionales y las élites neoliberales”. Para Miguel Urbán, de Podemos, el TTIP es “un verdadero desastre” y supone “un recorte profundo de la soberanía popular”, añadiendo que el acuerdo, si se aprueba, acarreará la pérdida de nueve o diez millones de puestos de trabajo en la UE [i].

Se trata, en resumidas cuentas, del tipo de argumentación genérica, poco concreta, escasamente respaldada con hechos concretos o con un análisis mínimamente científico, con el que se expresan normalmente los sectores proteccionistas en su oposición a movimientos de liberalización de la economía.

Probablemente el estudio independiente más importante publicado hasta la fecha ha sido el patrocinado por la Fundación Bertelsman [ii], sobre el impacto macroeconómico que tendría el TTIP.

El estudio concluye que los efectos sobre el crecimiento derivados de la eliminación de aranceles serán muy pequeños.

Sin embargo, sí serían apreciables los efectos de una “liberalización profunda” en barreras no arancelarias. El país que obtendría un mayor beneficio sería Gran Bretaña, con un aumento de su renta per capita real de un 9,7%. Y, según este estudio, España estaría entre los países más beneficiados: el TTIP le proporcionaría un aumento de la renta per capita real de un 6,55%. Ello se debería en buena medida a que “España sustituye importaciones europeas relativamente caras con importaciones procedentes de Estados Unidos, lo que tiene un efecto de aumento del bienestar”.

En general, los países europeos que tendrían un mayor impacto sobre su nivel de renta per capita como consecuencia de la reducción de barreras no arancelarias que supondría el TTIP serían Gran Bretaña, los países escandinavos, los países bálticos y España.

Pero, más allá del impacto sobre el comercio y el bienestar, el TTIP tiene una dimensión geopolítica fundamental: significaría dar un gran impulso económico al bloque occidental que representan la UE y Estados Unidos, en unos tiempos en los que la evolución internacional parece estar dominada por el auge de los mercados emergentes, y el espectro de una nueva guerra fría con Rusia ha surgido con fuerza. Como señala Federico Steinberg, uno de los pocos especialistas españoles que ha analizado el tema del TTIP, “el verdadero objetivo del TTIP es geopolítico. Por una parte, intenta revitalizar la relación transatlántica para contrarrestar la narrativa cada vez más dominante en las relaciones internacionales según la cual el futuro es de los países emergentes y está en la cuenca del Pacífico. Por otra, pretende devolver a EEUU y a la UE el liderazgo en la fijación de las reglas de juego de la economía internacional, que ya tuvieron después de la Segunda Guerra Mundial y que han ido perdiendo paulatinamente (…) El TTIP, por tanto, puede verse como parte de la reacción de Europa y EEUU a su declive relativo, es decir, como un instrumento para recuperar el liderazgo y, por tanto, lograr mayor influencia en el escenario internacional” [iii].

El TTIP reforzaría la influencia internacional del bloque UE-Estados Unidos. El espacio económico trasatlántico que resultaría del establecimiento de una zona de libre comercio reforzada con una profunda armonización de regulaciones, tendría un peso decisivo en la economía mundial. Las regulaciones que se adoptaran en el TTIP serían una referencia de obligada consideración, si no de obligado seguimiento, para el resto de los países, que lógicamente querrían asegurarse el acceso a un mercado tan potente.

 


[i] La Vanguardia, “Miles de personas protestan en España contra el TTIP”, 18 de abril de 2015.

[ii] “Transatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP): Who benefits from a free trade deal?, 2013, Bertelsman Stiftung-Global Economic Dynamics (http://www.bfna.org/publication/transatlantic-trade-and-investment-partnership-ttip-who-benefits-from-a-free-trade-deal).

[iii] [1] “Negociaciones comerciales entre la UE y EEUU: ¿qué hay en juego?”, Federico Steinberg, ARI 42/2013 del Real Instituto Elcano, 2013 (http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/elcano_es/zonas_es/ari42-2013-steinberg-negociaciones-comerciales-ue-eeuu-ttip).

 

Enrique Fanjul. Profesor del Master de Relaciones Internacionales del Instituto de Estudios Europeos

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