– Natalia Sanz Fernández –
En el dinámico panorama actual de las relaciones internacionales, los acuerdos comerciales entre bloques económicos representan una faceta crucial para el desarrollo económico y la cooperación entre países. Dentro de este contexto, el Mercado Común del Cono Sur (MERCOSUR) – integrado por Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay y, ahora, Bolivia como Estados activos – y la Unión Europea establecieron un acuerdo marco firmado en 1995 con la finalidad principal de conseguir una asociación entre regiones, la cual abarcara aspectos políticos y económicos y que estuviera centrada en una progresiva liberalización del comercio como consecuencia[1]. Un acuerdo que, conviene resaltar, está aún lejos de ser cerrado.
No obstante, este acuerdo no ha estado exento de desafíos y controversias, especialmente en lo que respecta al sector agrícola. Este capítulo ya resultaba ser uno de los más controvertidos, sino el que más, en las negociaciones que se llevaron a cabo para la firma en 1999 del Acuerdo Marco Interregional de Cooperación Comercial y Económica entre MERCOSUR y la Comunidad Económica Europea (CEE). Por un lado, los países del MERCOSUR buscaban ampliar su acceso al mercado europeo para exportar sus productos mediante la reducción de los aranceles impuestos
por la Comunidad Europea. Por otro lado, los agricultores en Europa expresaron sus quejas y preocupaciones sobre una posible inundación del mercado europeo con productos agrícolas procedentes de los países del MERCOSUR, lo que podría afectar la rentabilidad de los propios
agricultores y la competencia leal entre países[2].
Casi treinta años después de que se planteara el Acuerdo UE-MERCOSUR, la situación aún dista de una solución común que pueda disminuir la intensidad de las propuestas de los agricultores que inundan las calles estos días. Por su parte, los agricultores europeos señalan tanto la imposibilidad de competir en precio con países de América Latina, los cuales no tienen la obligación de cumplir los mismos estándares que los productos agrícolas europeos, así como de la incoherencia de las políticas europeas de acuerdo a los que la UE busca cerrar con MERCOSUR.
Además, cabe destacar que otros temas, como la sostenibilidad, están siendo foco del debate por este acuerdo. Por ejemplo, países como Francia o Irlanda ya han mostrado su oposición a los borradores de texto debido a la falta de normativas medioambientales para combatir el cambio climático en productos importados de países terceros. Normativas que sí se imponen a los agricultores europeos. En contraste, Estados miembros como Alemania y España han mostrado su afinidad a los tratados de libre comercio, en línea con la posición de la Unión Europea. De otro modo, la posición de MERCOSUR está marcada por la dificultad o inviabilidad para que sus productores operen bajo las mismas condiciones legales que se exigen en Europa, por lo que proponen cambios graduales[3]. Por su parte, Francia y Argentina ya hablan sobre una negociación
fraccionada por temas de interés, como el económico o el cultural, para ambos bloques.
En la teoría, la ratificación del Acuerdo UE-MERCOSUR implicaría la integración de un mercado con más de setecientos millones de personas y un comercio bilateral de servicios y bienes que ascendería a unos cien mil millones de dólares al año. Además, proporcionaría a la Unión la ventaja
inicial al ser la primera en América Latina y el Caribe en convertirse en la potencia mundial con mayor presencia y vínculos en la región. Académicos como Estevaderodal, Werner o Talvi califican este acuerdo como “una oportunidad estratégica de primer orden”[4]. Sin embargo, en la práctica, no es tan fácil dado el número significativo de resistencias revisadas brevemente por este artículo.
Con todo, ante las posturas de los Estados, solo queda esperar a las elecciones del Parlamento Europeo, que se celebrarán en junio del presente año, para conocer si finalmente se conseguirá resolver la compleja situación del sector agrícola, uno de los sectores más productivos del acuerdo, cuya culminación parece cada vez más distante.
[1] José Antonio Segrelles (1999) en Globalización, capitalismo y comercio agroalimentario entre el MERCOSUR y la Unión Europea. [2] Leer más en La Unión Europea y MERCOSUR: ¿Una relación de conveniencia? de María Maesso Corral y Raquel González Blanco (2001). [3] Leer más en El acuerdo de la UE con el Mercosur: en el corazón del descontento agrario en Europa de Maximiliano Pérez Gallardo (2024) en France24. [4] Leer más en Acuerdo UE-Mercosur: una oportunidad estratégica de primer orden para la Unión Europea y América Latina de Antoni Estevadeordal, Ernesto Talvi y Alejandro Werner (2023).
Natalia Sanz Fernández, Alumna del Máster en Unión Europea.
Este artículo se incluye dentro de la Cátedra Jean Monnet «European Union’s external relations and Spanish Foreign Policy».