En Justicia e Interior

– Carlos Johnston – 

Desde que surgieron los fenómenos de conquista y colonización en el viejo continente, se ha visto cómo la mezcla e imposición de culturas y tradiciones de ganadores a derrotados ha terminado por generar – cosa visible en muchos Estados modernos a día de hoy – conflictos sociales entre sectores de una misma población que pueden llegar a perpetuarse. Esto lo conocemos en parte gracias a una compleja investigación histórica que lo documenta. Es precisamente la dualidad de la historia y sus múltiples interpretaciones (con especial mención a los conflictos) lo que da pie a la creación de diferentes narrativas, ancladas férreamente en el pasado pero aún muy vivas en el presente. La subjetividad de dichos sucesos es a menudo utilizada por colectivos enfrentados entre sí, con el objetivo de que sólo exista una versión de los hechos que ayude a legitimar sus propias acciones y al mismo tiempo desprestigie las del contrario. Y a veces el enemigo no es otro que un compatriota a quien sus tradiciones y cultura le han transmitido una forma de ver la historia diferente a la del vecino. Esto sucede, por ejemplo, en el conocido caso belga y la disputa lingüística experimentada por flamencos y valones, ambos unidos bajo una misma bandera y gobierno pero con costumbres diversas. Éste es un problema derivado de la ocupación francesa y holandesa, y acentuado tras la unificación del país en el año 1800 [1].

Aunque de entre todos los conflictos que ha heredado Europa – o en algunos casos, y de forma posterior, la Unión Europea – surgidos de la fiebre colonial y de la exhibición de un entramado de poderes duros y blandos, quizá el caso irlandés sea el más destacado, debido a la violencia que fomentó durante años.

Desde la partición británica de Irlanda en 1921 y la consiguiente creación del Estado autonómico norirlandés, la curiosa demografía de la región, formada por católicos nacionalistas y protestantes unionistas, ha sido testigo de un duro y violento pulso entre ambas comunidades, las cuales buscaban objetivos distintos bajo una historia compartida. Casi treinta años y 3500 muertes después, la brutalidad fue dando paso al sentido común, a medida que los partidos políticos de uno y otro bando y la mayoría de la población rechazaban cualquier solución que no pasase por un filtro diplomático y pacifista. Tras incesantes años de negociaciones infructuosas se llegó finalmente a un acuerdo firmado en 1998 y conocido informalmente como el “Acuerdo de Viernes Santo”. El extraordinario caso del proceso de paz en Irlanda no solo sirvió como modelo de cooperación entre adversarios, sino que también mostró al resto de sociedades en conflicto cómo las narrativas históricas que fomentan la violencia acaban por difuminar la línea que separa a vencedores de vencidos y cómo la subjetividad de la historia puede olvidarse, o al menos dejarse de lado, en pos de un objetivo común.

Pero entre la larga lista de actores internacionales que intervinieron en el proceso de paz irlandés, la Unión Europea fue, y todavía es, uno de los más influyentes. Con la República de Irlanda y Reino Unido entre sus miembros más prematuros (junto con Dinamarca, desde el 1 de enero de 1973) la organización supranacional no deseaba extrapolar al mundo una imagen de descontrol que, sin duda, hubiese hecho peligrar la futura adhesión de nuevos países. Por ello, decidieron contribuir a la consecución de la paz y al crecimiento económico en la zona mediante una serie de programas, conocidos como los PEACE programmes (o programas por la paz, en español). Aunque la Unión Europea ya llevaba donando grandes sumas de dinero a diversas organizaciones como la International Fund for Ireland (Fundación Internacional para Irlanda) desde el año 1989, el primer PEACE programme no llegó a aprobarse hasta 1995. Desde entonces, tras otros tres programas y con los objetivos de estabilidad social y económica entre las páginas de su agenda, la Unión Europea ha donado la suma de mil trescientos millones de euros a Irlanda del Norte [2], algo que sin duda ha traído ingentes beneficios a barrios marginados, PYMES y, en general, a toda la sociedad irlandesa, del norte o del sur. La inversión extranjera – tanto americana como europea – ha crecido de forma exponencial en la última década, así como los fondos destinados al turismo y a incrementar el número de viajeros que visitan Irlanda del Norte cada año [3]. Estas mejoras se deben sin duda a la arriesgada apuesta europea por salvaguardar la estabilidad de un territorio que parecía estar condenado a una belicosidad perpetua y civil. Sin embargo, también responden a los principios de una organización que, desde su creación tras la Segunda Guerra Mundial, apostó por una Europa renovada y libre de guerras.

Todo el esfuerzo económico y político dirigido por la Unión Europea hacia Irlanda del Norte durante los llamados Troubles no ha sido olvidado por los norirlandeses. De hecho, una mayoría de votantes norirlandeses a favor de la permanencia en la UE quiso así reflejar su agradecimiento y lealtad a Bruselas en el referéndum que decidiría el futuro sobre Brexit [4], celebrado el 26 de Junio de 2016. Pero ahora que Reino Unido ha decidido ejecutar el artículo 50 del Tratado de Lisboa, Irlanda del Norte se enfrenta a varios problemas. El primero y más importante supondría un levantamiento de aduanas comerciales y checkpoints migratorios entre el norte (GB) y el sur de la isla (UE) [5], ya que la República de Irlanda es el país con el cual Irlanda del Norte exporta e importa mayor cantidad de mercancías. Además, construir una frontera artificial entre las ‘dos Irlandas’ traería consigo más obstáculos burocráticos para sus habitantes, y sería especialmente molesto para nacionalistas y republicanos, quienes verían en la división física de la isla una traición a su cultura irlandesa y, sobre todo, a los fundamentos del Acuerdo de Viernes Santo. Finalmente, el mayor contratiempo y el miedo más palpable para los irlandeses sería un regreso a tiempos pasados: que resurgiesen de manera abierta sentimientos sectarios, algunos de ellos larvados desde hace décadas.

Sea como fuere, la Unión Europea sobrevivirá, aun con dificultades, al Brexit y sus consecuencias, pero la Unión británica, con nacionalistas escoceses y republicanos irlandeses en claro desafío independentista, podría tener los días contados. A pesar de ello, es irrefutable el hecho de que, de no ser por los PEACE programmes y sus continuas subvenciones a, por ejemplo, organizaciones de víctimas del terrorismo o programas de reurbanización territorial, la totalidad de la isla de Irlanda no habría podido avanzar hacia la reconciliación. Actualmente, una prematura salida de Europa podría echar por tierra gran parte de lo conseguido. La Unión Europea todavía asiste a la sociedad norirlandesa en la reestructuración de las narrativas históricas que durante décadas han separado a sus habitantes. Y ésa es una ayuda inestimable.

[1] El País “Flandes y Valonia: un matrimonio que no se separa por los hijos” 17 de Diciembre, 2012 [Online] [Disponible en https://elpais.com/elpais/2012/12/31/masterdeperiodismo/1355227676_045611.html] Acceso el 8 de Agosto de 2017.

[2] European Parliament “Northern Ireland PEACE programme” Julio, 2017 [Online] [Disponible en http://www.europarl.europa.eu/atyourservice/en/displayFtu.html?ftuId=FTU_5.1.9.html] Acesso el 12 de Agosto de 2017.

[3] En 2016, Irlanda del Norte alcanzó su mayor cifra turística anual (4.6 millones). El turismo ha crecido de manera exponencial a medida que la violencia disminuía en ciudades como Belfast o Derry.

Northern Ireland Statistic Research Agency 2016 [Online] [Disponible en https://www.nisra.gov.uk/sites/nisra.gov.uk/files/publications/2016-Annual-Publication_0.pdf] Acceso el 16 de Agosto de 2017

[4]Resultados del referéndum europeo en Irlanda del Norte. Leave: 44.2% (349,442) Remain: 55.8% (440,707). Porcentaje total de votos: 62.7%. BBC “EU Referendum results” Junio, 2016 [Online] [Disponible en http://www.bbc.com/news/politics/eu_referendum/results] Acceso el 23 de Agosto de 2017

[5] En la actualidad, los países de la Unión Europea comercian más con Irlanda del Norte que con Gran Bretaña. Véase: Parliament “Trade and Commerce. Northern Ireland’s Trade with the EU” 25 de Mayo, 2016 [Online] [Disponible en  https://publications.parliament.uk/pa/cm201617/cmselect/cmniaf/48/4804.htm] Acceso el 1 de Septiembre de 2017

Carlos Johnston. Periodista especializado en Relaciones Internacionales. Antiguo alumno del Máster en Relaciones Internacionales del Instituto Universitario de Estudios Europeos.

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